Masacre en Gaza y la cobertura chilena

Cuando se inició el ataque israelí a Gaza circuló por la red a nivel latinoamericano una nota que ironizaba sobre algunas “reglas infalibles” para la redacción de noticias sobre Medio Oriente, y que sentenciaba entre otras que en Oriente Próximo son siempre los árabes quienes atacan primero, y siempre es Israel quien se defiende, y a esa defensa se denomina “represalia”. Que Israel tiene derecho a matar civiles, y eso se llama “legítima defensa”. Los palestinos son siempre “cobardes” que se esconden entre una población civil que “no los quiere”. Si duermen en casa con sus familias, eso tiene un nombre: “cobardía”. Israel tiene derecho a aniquilar con bombas y misiles los barrios donde duermen. A eso se le llama “acción quirúrgica de alta precisión”.
Fuente: Observatorio de Medios FUCATEL

http://www.observatoriofucatel.cl/

Por supuesto, cualquier otra consideración que implique la condena de estos ataques contra civiles o una información más profusa sobre los horrores de una masacre, como la que hoy se perpetra en Gaza, es susceptible de ser catalogada como conducta “antisemita” como si los árabes no fueran también semitas o de complicidad con “terroristas de alta peligrosidad”.

Si a estas reglas de oro para informar sobre el tema se une el lugar común en el periodismo cual es asumir que la primera víctima de la guerra es la verdad, como ocurrió en la invasión a Irak por tropas estadounidenses que intentaron ocultar en una primera etapa “el daño colateral” denominando así eufemísticamente la muerte de civiles, niños y mujeres, o el uso de la tortura en cárceles como Abu Ghraib , se puede concluir que lamentablemente estas macabras ironías y lugares comunes en el periodismo siguen teniendo un firme sustento.

Así lo demuestra hoy la operación de exterminio que se lleva a cabo en la Franja de Gaza, donde se han violado todas las normativas internacionales, incluyendo la prohibición de armas químicas contra la población civil, y el bombardeo a objetivos impensables como campos de refugiados, escuelas y sedes de Naciones Unidas, entre otras aberraciones.

Se trata de una población de un millón y medio de habitantes, donde aproximadamente el 90 por ciento está constituida por refugiados palestinos que habitan en los 300 kilómetros cuadrados de superficie cercada desde hace mucho por el Estado de Israel quien controla los accesos terrestres y el espacio aéreo y marítimo.

Pero más allá del análisis del comportamiento de los grandes medios internacionales y de sus cadenas de televisión, en el caso de Gaza cobra particular importancia el tratamiento de la información efectuado por la televisión local, que en una primera etapa de la invasión israelí, casi sin excepción, tuvo un cuidado que limita con la desinformación a la hora de exhibir en sus pantallas los hechos y contextos de un conflicto cuya repercusión interna e interés eran más que evidente.

Porque una cosa es evitar importar un conflicto a Chile, donde históricamente han convivido sin problemas árabes y judíos, y otra es sortear el debate, eludir las aristas y contextos de la masacre, o “blanquear” los crímenes de guerra de un Estado agresor contra una población civil indefensa. Esto, en una clara operación de desinformación que afecta no sólo la credibilidad de esos medios, sino a la vez los hace cómplices del ocultamiento de un genocidio que avergüenza las conciencias de los ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI.

De paso, imposibilita al conjunto de la sociedad chilena a tener una perspectiva propia ante un conflicto de esta magnitud.

Uno de los preceptos elementales de los códigos de ética del periodista, es que junto con propugnar la paz y la democracia, debe denunciar los atropellos de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad. En otras palabras, un periodista no puede ser neutral frente a estas situaciones. Menos, cuando se trata de hechos que tienen relevancia e impacto no sólo por la naturaleza de los mismos, sino además porque en Chile habita la colectividad de origen palestino más grande del mundo fuera de la que está en Medio Oriente, y que de esos cientos de miles de chilenos y chilenas de origen palestino muchos tienen familiares en los territorios en conflicto y por tanto, también tienen derecho a una información veraz y oportuna.

Lo anterior explicaría el malestar de quienes encabezan las organizaciones chileno-palestinas en Santiago, que el 14 de enero último convocaron a una manifestación pacífica frente a los estudios del Canal 13, para simbolizar en dicha estación su indignación por lo que denominan el silencio o la falta de verdad en la información transmitida por esos grandes medios.

Pero no sólo en la televisión se intentó “desactivar” el impacto político de la masacre en Gaza. Destacados periodistas de radios, como Cooperativa y Bío Bío, entre otras, luego de sus comentarios o entrevistas, recibieron llamadas telefónicas de personeros vinculados al sionismo reclamando por la línea editorial de dichos medios. Por supuesto, estas presiones o intentos de lobby para “neutralizar” la labor profesional en dichas radios no tuvo resultado, como sí parece haber ocurrido en otros casos, lo que le resta transparencia y credibilidad tanto a medios como a periodistas.

Esto nos retrotrae a otra de las “reglas infalibles” para la redacción de noticias sobre el Oriente Medio en los grandes conglomerados de comunicación. Aquella que dice que los israelíes hablan mejor inglés, francés, castellano o portugués que los árabes. Por eso merecen ser entrevistados con mayor frecuencia y tener más oportunidad que los árabes para explicar al gran público estas “reglas infalibles”. Y a eso se le llama “¡neutralidad periodística!”.

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Faride Zerán es Premio Nacional de Periodismo chileno.-

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