Un amplio movimiento contra la guerra puede salvar la vida de Julian Assange
- 12 May 2023
El 10 de abril, en el 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte, el presidente estadounidense Joe Biden llegó a Belfast para conmemorar el evento. El acuerdo de paz firmado en 1998 entre Gran Bretaña, los monárquicos de Irlanda del Norte y el Sinn Fein, el Partido Republicano Irlandés, ponía fin a treinta años de guerra. Una guerra contra la ocupación británica de Irlanda del Norte, que costó la vida a 3.500 personas.
De Irlanda a Sudáfrica: la liberación de presos políticos es una cuestión política, no jurídica
La liberación de los presos políticos irlandeses en cárceles británicas fue una cuestión central en las negociaciones. El Acuerdo de Paz del Viernes Santo estipulaba la liberación de todos esos presos, denominados “paramilitares” o “terroristas” por los británicos.
Lo inimaginable se hizo realidad: un total de 483 presos fueron liberados, 143 de ellos condenados a cadena perpetua. Ya un año antes, como muestra de la “buena voluntad” británica, trece presos del IRA que se encontraban en la unidad de máxima seguridad (SHU) de la prisión de Belmarsh fueron trasladados a otras prisiones donde podrían disfrutar de un régimen penitenciario más abierto. En julio de 2000, los últimos 87 presos fueron liberados de la prisión de Maze, en Irlanda del Norte. La prisión de Maze se cerró ese mismo año.
Recordemos otro acontecimiento histórico que tuvo lugar diez años antes en Sudáfrica. En 1989, el movimiento de liberación ANC (Congreso Nacional Africano) exigió y obtuvo del gobierno racista blanco (el NP, Partido Nacional) el levantamiento del estado de emergencia, la liberación de todos los presos políticos, la legalización de las organizaciones disueltas y la suspensión del uso de la pena de muerte. Sin la liberación de todos los presos políticos, el CNA se negó a abandonar o suspender la lucha armada. Así, el 11 de febrero de 1990, Nelson Mandela fue liberado tras 27 años de prisión. Había sido condenado a trabajos forzados y cadena perpetua en la prisión de alta seguridad de Robben Island. Su liberación supuso el fin del apartheid. El 30 de abril de 1991, 933 presos políticos habían sido liberados (1). En 1996, la prisión de Robben Island cerró sus puertas definitivamente.
Una demostración de que todo es posible, realmente todo, siempre que exista un equilibrio de poder construido mediante la lucha y lo suficientemente grande como para imponerlo.
En Belfast, Biden saludó el proceso de paz en Irlanda del Norte, anunciando un aumento de las inversiones estadounidenses, “dado”, dijo, “el enorme potencial económico que existe aquí”. Y, por supuesto, habló de la guerra en Ucrania. Estados Unidos nunca hace nada sin pensar en los beneficios o sin pensar en la guerra. Supuestamente, en la lucha por la paz, también puso sobre la mesa el ingreso de la República de Irlanda en la OTAN como uno de los últimos países europeos en rechazarlo.
Un saludo a la paz que no puede ser más cínico
Julian Assange lleva cuatro años languideciendo en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, a 500 km de Belfast, por orden de Estados Unidos en colaboración con los británicos. Julian Assange no ha cometido ningún atentado ni ningún acto violento. Es difícil calificarlo de paramilitar o terrorista. Julian es un periodista que ha luchado por la paz. Por el fin de la guerra en Afganistán e Irak, publicando documentos secretos, ocultos al público, de crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos y sus aliados. Por ello, Joe Biden tuvo que inventar un nuevo nombre para relacionarlo con el terrorismo: “Assange es un ciberterrorista, un terrorista de alta tecnología”, dijo. Y Pompeo, el jefe de la CIA, añadió: “Es hora de llamar a WikiLeaks por lo que es: un servicio de inteligencia no estatal apoyado por Estados como Rusia”.
¿Perdón, amnistía, reconciliación tras las guerras del pasado?
Se podría decir que todo esto es cosa del pasado, ahora que estas guerras han terminado oficialmente. En Irak, el 15 de diciembre de 2011, tras nueve años de guerra. En Afganistán, el 15 de agosto de 2021, tras veinte años de guerra. Al menos 1,3 millones de personas, y probablemente más de 2 millones, han muerto en estas “guerras contra el terror” en Afganistán, Irak y Pakistán.
Al finalizar estas guerras no hubo acuerdo sobre la liberación de prisioneros, como en Irlanda del Norte o Sudáfrica.
No hubo ningún cierre de Guantánamo, comparable al cierre de Maze o Robben Island. Ningún procesamiento de políticos estadounidenses y británicos por un tribunal internacional por crímenes de guerra, como se está haciendo por la guerra de Ucrania. Ninguna disculpa, ninguna rendición de cuentas por estos crímenes hechos públicos por WikiLeaks. No hay amnistía, no se detiene la persecución de periodistas y denunciantes liberándolos de prisión o permitiéndoles regresar a sus países después de haber sido forzados al exilio.
¿Por qué no hay acuerdo de paz?
En primer lugar, el acuerdo de paz en Irlanda del Norte no significó la derrota del imperialismo británico. La resistencia irlandesa logró considerables avances políticos y sociales, pero no el fin de la ocupación británica de esa parte de la isla. Era una situación en la que ambas partes estaban al límite de sus fuerzas tras treinta años de guerra.
En Afganistán, Estados Unidos (y la OTAN) sufrieron una sangrienta derrota que les humilló ante los ojos del mundo. Esta derrota histórica, tras veinte años de guerra, está lejos de ser digerida y, como la derrota estadounidense en Vietnam, probablemente nunca lo será. Esto explica en parte el espíritu de venganza y represalia, ojo por ojo, diente por diente, que son los leitmotiv del aparato político, militar y judicial de Estados Unidos y del que Julian Assange y sus compañeros son víctimas. Cualquiera que, como Assange, estuviera en el bando equivocado en las guerras de Afganistán e Irak pagará el precio y será sometido a una política de exterminio hasta el final, hasta la muerte.
Una segunda razón es que la Guerra Global contra el Terror, lanzada por el presidente Bush en 2001, no es una guerra como las demás. Es por definición una guerra sin trincheras, sin fronteras, una guerra que se desplaza de continente en continente, una guerra sin fin, una guerra sin acuerdo de paz a la vista. No hay más que leer la reciente publicación del Departamento de Estado,» Terrorism Still a Pervasive Threat Worldwide»(El Terrorismo sigue siendo una amenaza omnipresente en todo el mundo), en la que se anuncian nuevas guerras contra el terrorismo. (3) De estas nuevas guerras coloniales, Assange, los whistleblowers u otros fisgones deben ser eliminados de una vez por todas.
Una tercera razón es que, tras el fin de la “Guerra Fría”, vuelven a sonar los tambores de guerra. La guerra en Ucrania (y la derrota de Rusia) debe restaurar la confianza perdida en la capacidad avasalladora de EEUU para gobernar el mundo. En el horizonte se vislumbra un conflicto global entre la UE-OTAN, por un lado, y Rusia y China, por otro. Las consecuencias para la libertad de prensa son un preludio de lo que nos espera.
Para quienes piensen que la libertad de prensa sólo está amenazada en Rusia y China, he aquí algunos ejemplos de lo que ocurre de nuestro lado. “En Estados Unidos, no hay ningún medio de comunicación de la corriente dominante que parezca dispuesto a publicar siquiera un llamamiento para detener la entrega de armas a Ucrania o incluso abogar por las negociaciones en Ucrania”, escribe Counterpunch. “Incluso hay un apagón de noticias sobre el (pequeño) movimiento contra la guerra que se está construyendo”. (4) Este no es sólo el caso en Estados Unidos. En Europa, medios como RT/Russia Today o Sputnik están prohibidos. En 2022, Ucrania publicó una lista negra de políticos y periodistas europeos y estadounidenses “prorrusos”, entre ellos el periodista Glen Greenwald. Dentro de los medios de comunicación dominantes, la caza de periodistas considerados “prorrusos” o “pro-Putin”, mediante amenazas, despidos y congelación de sus activos, ha comenzado seriamente. (5)
Por eso Assange sigue en prisión. Es la advertencia a todos los periodistas: sufrirán el calvario de Julian Assange si se atreven a criticarnos.
El movimiento contra la guerra de Vietnam liberó a Daniel Ellsberg
Daniel Ellsberg era un analista militar que trabajaba para el ejército estadounidense. En junio de 1971, filtró los Papeles del Pentágono, documentos secretos que exponían las mentiras del gobierno estadounidense en la guerra de Vietnam. El 3 de enero de 1973, Ellsberg fue acusado en virtud de la misma ley por la que hoy se acusa a Assange: la Ley de Espionaje de 1917, además de cargos de robo y conspiración. Se enfrentaba a una pena máxima de 115 años. “De lo que es culpable Assange, soy culpable yo –dijo Daniel Ellsberg–, nuestras motivaciones son las mismas. La diferencia es que yo era una fuente, él era un editor. Me identifico completamente con él. Las publicaciones de WikiLeaks sobre las guerras de Afganistán e Irak han demostrado que la tortura se ha convertido en lo más normal del mundo. Las publicaciones de WikiLeaks son una de las revelaciones más importantes y veraces del comportamiento secreto y criminal del Estado en la historia de Estados Unidos. El público estadounidense tenía derecho a saber lo que se estaba haciendo en su nombre. La publicación no autorizada de documentos secretos era la única forma de conceder al pueblo este derecho”. (6)
Las autoridades estadounidenses establecieron escuchas telefónicas ilegales contra Ellsberg, irrumpieron en la casa de su psiquiatra para tratar de desacreditarlo y tenían, como en el caso de Assange, planes para eliminarlo físicamente. Pero a diferencia de Assange, Ellsberg no fue enviado a prisión a la espera de juicio. El 11 de mayo de 1973, el tribunal incluso retiró todos los cargos contra Ellsberg. ¿Por qué?
Porque Ellsberg estaba rodeado por “el mayor y más organizado movimiento contra la guerra de Vietnam jamás conocido en la historia de Estados Unidos”. (7) Desde 1964 hasta el final de la guerra en 1975, cientos de miles de jóvenes, sindicatos, grupos religiosos y organizaciones negras por la igualdad de derechos participaron en la resistencia a la guerra.
Hoy ya no es así. Organizar la resistencia a todas las guerras desde Vietnam hasta ahora es la forma de conseguir la liberación de Julian Assange.
Como dije al principio, nada es imposible. Que el coraje y la tenacidad de Ellsberg sirvan de inspiración en esta lucha.
Notas
(1) http://www.csvr.org.za/docs/correctional/negotiatingtherelease.pdf
(2) Véase el informe “Body Count: Casualty Figures after 10 Years of the ‘War on Terror’” de Physicians for Social Responsibility, Physicians for Global Survival y Physicians for the Prevention of Nuclear War.
(3) https://www.voanews.com/a/us-state-department-terrorism-still-a-pervas…
(4) https://www.counterpunch.org/2023/04/12/the-war-machine-keeps-turning/
(7) https://www.history.com/news/anti-war-movements-throughout-american-history
Traducido por Edgar Rodríguez para Investig’Action
Foto de portada: Daniel Ellsberg y Julian Assange (Crédito: The Morning Star)
Fuente: Luk Vervaet Acid