Omar Aktouf: “Antes de la guerra de Ucrania ya existían condiciones inflacionistas”
- 02 Feb 2023
Los autoproclamados líderes mundiales se reúnen esta semana en Davos con motivo del Foro Económico Mundial bajo el lema “Cooperación en un mundo fragmentado”. ¿Cooperación, de verdad? Mientras la ONG Oxfam vuelve a alertar sobre las desigualdades económicas extremas, entrevistamos a Omar Aktouf, un economista heterodoxo con una trayectoria atípica.
¿Cómo se explica que las desigualdades hayan explotado tanto desde el 2020? (Recordemos los bonitos discursos de Macron sobre el cambio de sistema, la gente que mantuvo la economía en marcha durante el cierre patronal, etc.)
Sería difícil encontrar una explicación cartesiana, completa, racional o factual para esta explosión de la desigualdad en el mundo desde el año 2020. O más exactamente, ¡desde la aparición del fenómeno mundial Covid-19! La economía tiene, muy a menudo, secretos y trucos que ningún súper especialista en la materia puede entender, y mucho menos explicar. Para mí, este enigma económico (pues lo es, dado el carácter inédito de todo lo ocurrido en los dos o tres últimos años) sólo puede ser aproximado, nada más. Y esto, con mucho cuidado, en sus mecanismos y génesis.
En primer lugar, hay que comprender los orígenes y la génesis de estas “hiper desigualdades” (las desigualdades en sí siempre han existido, es su magnitud indecente e históricamente sin precedentes lo que plantea el problema en la actualidad). A principios del siglo XX, la diferencia de ingresos entre un director general (incluso del calibre de Henry Ford) y su empleado medio era de unas veinte veces, no más. Pero entonces llegaron las escuelas de negocios y de gestión. Sobre todo los llamados “grandes”.
En estas escuelas se produjo un nuevo fenómeno: la enseñanza de una nueva asignatura llamada “Liderazgo”. Un tema totalmente dedicado a la apología incondicional y a la hagiografía de los líderes (directivos, jefes, etc.) ¡literalmente DEIFICADOS! Se les ha convertido en una especie de semidioses, superhumanos, dotados de capacidades muy por encima de lo ordinario, con clarividencia, inteligencia, sentido del riesgo, valor en la toma de decisiones, campeones-genios al servicio del bienestar general. “Creadores” de riqueza (implícitamente percibida como al servicio de la sociedad) de trabajo, etc. a tal punto que se convierten en seres INFALIBLES, que, cuando las cosas van bien, siempre es gracias a ellos, y cuando van mal, ¡nunca es culpa suya!
De todas estas cualidades y “dones muy escasos”, la persona media no tiene ninguno. Especialmente no el empleado “ordinario”, que es intrínsecamente incapaz de ser un líder. A partir de ahí, como dice el Premio Nobel Joseph Stiglitz, esto se lo han metido tan a martillazos en la cabeza a los dueños y directivos de empresas, y al público en general, que estos “dirigentes” se lo toman totalmente en serio, y se creen realmente “divinos creadores-pilares-siervos-portadores del bienestar general”. Y esto, hasta tal punto “que se han creído, desde entonces, con derecho a SERVIRSE tanto y tan infinitamente como deseen”. Hechos avalados en gran medida por los medios de comunicación dominantes (que son de su propiedad) y ciudadanos cuidadosamente formateados para encontrar esto totalmente justo y merecido. Aquí es donde los “salarios” y los ingresos de los ejecutivos empezaron a explotar, literalmente, alcanzando a menudo varios cientos de veces los ingresos del empleado medio.
Este es el origen de lo que estamos tratando aquí. No hay razón para que esto se detuviera en los años del Covid-19. Así que estos hiper ricos han aprovechado esta crisis para atiborrarse aún más de subvenciones gubernamentales, para hacer aún más despidos masivos, transformando las masas salariales eliminadas en aumento de beneficios y valores de sus acciones, bonus y stock options, así como con las inflaciones de provisiones para insolvencias, créditos fiscales, subvenciones, recortes generalizados de cargas etc.
A todo lo cual habría que añadir las bajas generalizadas de impuestos que benefician, por supuesto, en primer lugar y directamente a los más ricos. Tampoco hay que olvidar el enriquecimiento colosal e instantáneo-continuo de los bancos de donde procede el famoso “cueste lo que cueste”: préstamos excesivos y forzosos, cuyos intereses y dividendos van a parar a los bancos, a los banqueros, a los brokers, a los grandes accionistas… que son al mismo tiempo patronos.
Añadamos a esto los laboratorios farmacéuticos (decenas de miles de millones al año) y todo lo que gravita a su alrededor, y tendremos una APROXIMACIÓN del increíble vuelo del enriquecimiento de los más ricos en los últimos tiempos.
Al otro lado del espectro, al mismo tiempo, el ingreso de los asalariados ha disminuido drásticamente o se ha estancado, y por supuesto, ha sufrido la merma casi inmediata y exponencial que ha acarreado una inflación aún no visible-calculable, pero muy real, inducida como es lógico por el “cueste lo que cueste”, y el recurso de la impresión ultra masiva de dinero.
El estudio muestra que las empresas de los sectores alimentario y energético han más que duplicado sus beneficios en 2022, el aumento de sus beneficios parece deberse a la inflación, una inflación que se presenta como causada por la guerra de Ucrania. ¿Está usted de acuerdo con esta presunción?
Sí y no. Porque, antes de la guerra de Ucrania, ya se daban las condiciones inflacionarias que he mencionado previamente. A lo que hay que añadir el colosal recurso a las indemnizaciones y subvenciones, tan generosamente repartidas a los cuatro vientos, pero sobre todo a los empresarios y a las empresas, por los Estados convertidos en obesos deudores de bancos y otras instituciones financieras. Se trataba de un arma de doble filo: por un lado, se subvencionaba fuertemente a las empresas para que no produjeran prácticamente nada y, por otro, se pagaba a los empleados para que no trabajaran y, por tanto, tampoco produjeran nada… y además, ¡a menudo les convenían más estas compensaciones que sus salarios anteriores a la crisis del Covid!
Todo ello con poca o ninguna compensación en términos de productos y servicios equivalentes. Si a esto añadimos la crisis del transporte internacional, los contenedores y la subida casi inmediata de los costes logísticos, tenemos todo un cóctel inflacionista que tuvo su efecto mucho antes de la guerra de Ucrania. Por supuesto, estos últimos añadieron al cuadro el “miedo a la escasez” (por lo tanto, “exceso de compras” de todo por parte de todos), lo que provocó escasez, y en consecuencia, subidas de precios y, obviamente, más inflación. Inflación que los productores de todo tipo no dudaron en agravar subiendo aún más sus precios… Luego vino la crisis energética (principalmente del gas) que, obviamente, no sólo repercute gravemente en el aumento de la inflación por su propia subida de precios, sino también en los precios de todos los demás productos y servicios, ya que todo necesita inexorablemente energía para llegar al consumidor.
Oxfam habla de riesgos para la democracia, pero ¿se puede seguir hablando de democracia en un mundo donde las desigualdades son tan grandes, donde los medios de comunicación son a menudo el altavoz de los poderes económicos y políticos dominantes, y donde los movimientos de protesta son reprimidos sin respetar los derechos fundamentales?
En primer lugar, deberíamos preguntarnos qué significa realmente “democracia”: etimológicamente, es “dar poder al pueblo”, y poder significa controlar el dinero… ¡así que democracia es la redistribución más amplia, o casi absoluta, del dinero al pueblo! ¿Qué país supuestamente democrático podemos nombrar que se ajuste a esta definición? También deberíamos preguntarnos quién posee y controla los medios de comunicación, el segundo gran poder antidemocrático por su capacidad de moldear conciencias y opiniones. Personalmente, temería por la democracia ¡si hubiera una “real” en alguna parte! Incluso si aceptamos lo que dice Oxfam, sí, por supuesto, podríamos decir que cualquier atisbo de democracia real está amenazado por el simple hecho de que “toda economía es política y viceversa”.
En cuanto empecemos, a través de los distintos poderes y sus instrumentos, incluidos los medios de comunicación en particular, dondequiera que estén (no veo ninguna diferencia entre los medios controlados por los Estados y los medios controlados por el dinero privado: ¿qué diferencia hay entre dictadura ideológica y dictadura del dinero?) a empeñarnos en enseñar a la buena gente cómo se lleva el cuello alto, cómo se arregla el dormitorio, cómo se cocinan más rápido los espaguetis… ¿Quién me dice dónde anida la democracia? Y añadimos, sin reír ni llorar: “adaptarse”. Pero tenemos cuidado de no explicar a qué tenemos que adaptarnos exactamente y por culpa de quién. Basta con un vago “cambio climático”.
Desgraciadamente, sabiendo que son estos súper ricos precisamente LA causa, estamos, a este nivel de manipulación de la población, ¡mucho más allá de lo peor de lo que temía George Orwell en 1984! De hecho, la solución a todo esto es exactamente lo contrario de lo que se martillea: ¡sobre todo “no adaptarse”; sino “indignarse y rebelarse”! Pongamos fin a esta furiosa locura del culto al crecimiento infinito, ¡y a la del enriquecimiento súper indecente de los ricos! ¡Ahora mismo! Ahí es donde radica hoy nuestro problema, ¡no en el número de mantas de las camas, ni en el cuello alto, ni en el calafateado de las puertas de los cuartos de baño!
¿Qué opina de los análisis y propuestas contenidos en el reciente informe de la Oxfam? ¿Es realista pensar que a las personas más ricas del mundo se les ocurriría “sacrificar” alguno de sus inmensos privilegios como lo pide la Oxfam?
Por supuesto, los informes de la Oxfam están siempre, en mi opinión, muy bien informados, documentados y argumentados. En primer lugar, me gustaría señalar un hecho relacionado con este tema que, por lo que yo sé, no ha sido recogido ni divulgado en absoluto, especialmente por los medios de comunicación “establecidos”: es la noticia de que sesenta multimillonarios han enviado una sorprendente y asombrosa carta –cuarenta de ellos lo hicieron en tiempos de Bush II–, una carta exigiendo, con motivo de esta celebración del foro de Davos, ser gravados inmediatamente. SER GRAVADOS INMEDIATAMENTE Y A LOS TIPOS MÁS ALTOS DE LOS NIVELES FISCALES DEL PUEBLO COMÚN.
¿Por qué este silencio ensordecedor sobre este tema? Hay que decirlo de una vez por todas, la connivencia y la súper complicidad (véanse los invitados de este famoso foro) entre el dinero, las altas finanzas y los círculos políticos ya ni siquiera se oculta. Y el tema del enriquecimiento de los ricos y de los infinitamente ricos (evidentemente a costa de la naturaleza y de los seres humanos de todo el mundo que son sobreexplotados) se ha convertido, aparte de algunos círculos indignados de los medios de comunicación casi clandestinos y de organizaciones como Oxfam, ¡en un tema totalmente tabú!
Nuestras poblaciones occidentales –en particular– están tan reducidas al estado de “nula capacidad de pensamiento personal” (las constataciones e informes sobre el vertiginoso descenso de los niveles de cultura general, de conocimiento “real”, e incluso simplemente alfabetización de la gente –aún de aquellos con un alto nivel de “educación”– son legión, así como los que muestran que este nivel de conocimiento roza la “zombificación” de las masas), que farfullan alegremente lo que se les dice que farfullen –a través de la multitud de pantallas con las que se les bombardea– ¡sin ninguna capacidad de discernimiento personal! Estas masas, por tanto, justifican y apoyan sin saberlo, la necesidad absoluta –representada como ineludible y beneficiosa– de que haya cada vez más ricos y súper ricos.
Dado que su riqueza y enriquecimiento continuo crean, ipso facto, puestos de trabajo, bienestar universal y “chorraditas” de vida para todos, no debemos ni convocar ni sentar en el banquillo de los acusados a nuestros tan buenos y polimorfos ricos benefactores de este mundo, ¡y punto! Yo personalmente llamo, siguiendo a un gran humorista del siglo pasado, a la transformación de los humanos por la infinita armada de propaganda neoliberal, en “ñus descerebrados”, que se siguen unos a otros en estrechas filas sin pensar por sí mismos.
El informe de OXFAM revela en cierto modo los resultados de esta situación. El 1% más rico (¡unas 1000 PERSONAS!) de nuestro mundo (que acaparan, sabe Dios cuántas decenas o centenares de miles de millones de dólares ¡y a veces cada uno!) ve aumentar su riqueza en un 63% en los últimos dos años; duplicarse desde 2020; aumentar en casi 3.000 millones al año, ¡lo que equivale a los salarios de 2.000 millones de trabajadores que ni siquiera consiguen mantenerse al día con la inflación!
No podemos sino estar mil veces de acuerdo con, al menos, las siguientes medidas propuestas: gravar a los millonarios con un 2% y a los multimillonarios con un 5%, ¡lo que permitiría recaudar más de 5,5 billones de euros! Eso sacaría de la pobreza a casi 2.500 millones de personas. Erradicar por completo a los multimillonarios de este planeta para 2030, gravar las ganancias de los ricos, vengan de donde vengan, y a las grandes fortunas con al menos un 30-50% o más (¡¡¡Elon Musk paga un 3%!!!!), así como a TODAS las grandes empresas y multinacionales, etc.
Sí y mil veces sí, ¡y eso es lo mínimo!
Traducido por Edgar Rodríguez para Investig’Action
Fuente: Investig’Action