Las dos primeras semanas del juicio de Assange
- 28 Sep 2020
No destaca en las noticias tanto como una celebridad involucrada en algún hecho casual, y sin embargo, el juicio de Julian Assange se ha reanudado a partir del 7 de septiembre en Londres. Lo que está en juego es crucial para el derecho a la información y la democracia. Marie-France Deprez, del Comité Julian Assange, nos ofrece un resumen de las últimas semanas, en las que se han presentado varios testigos para defender la causa del fundador de WikiLeaks. También nos informa sobre las increíbles irregularidades que rodean estas audiencias y la movilización que continúa fuera de la sala del tribunal, a pesar de las dificultades que plantea la crisis sanitaria.
Dos semanas de testimonios
Los testigos de la defensa que fueron escuchados durante las primeras semanas son principalmente especialistas en historia del periodismo, abogados, y personas que han utilizado los documentos de WikiLeaks para su trabajo como periodistas y en ONGs.
El principal punto expuesto por la defensa es que es inadmisible que WikiLeaks no sea reconocido como editor y Julian Assange como periodista. La acusación, por otro lado, busca justificar el uso del «acto de espionaje» y la no concesión de la protección de la Primera Enmienda.
El historiador Mark Feldstein se centró en el hecho de que el periodismo se ha basado históricamente en grandes filtraciones de documentos clasificados. Estas permiten informar al público sobre las decisiones de los gobiernos y pueden potencialmente demostrar hechos de deshonestidad. En los Estados Unidos, estas prácticas se remontan a Washington. La solicitud de información y la ocultación de fuentes son prácticas periodísticas habituales. En su opinión, las acusaciones relativas a la publicación de nombres son simplemente un escudo utilizado por la seguridad nacional para protegerse, y la actual acusación relacionada con la administración Trump tiene una motivación política.
El abogado en Derechos Humanos e historiador, Carey Shenkman, escribió un libro sobre la historia de la Ley de Espionaje de 1917 y su utilización contra los periodistas. En su discurso, mostró casos de uso excesivo.
El profesor Paul Rogers, especialista en historia de la paz, señaló que una de las motivaciones de Assange y WikiLeaks ha sido siempre la de lograr una mayor transparencia en el funcionamiento de los gobiernos, de ahí su oposición a las sucesivas administraciones estadounidenses, especialmente la de Trump. Pero dejó claro que Assange no se centra únicamente en los Estados Unidos y tiene posiciones respecto a las élites transnacionales.
En este sentido, Trevor Timm, creador de la Fundación para la Libertad de Prensa, insistió también en que la acusación, al hablar de una conspiración entre Assange y Chelsea Manning, pretende ilegalizar la colaboración entre fuentes y periodistas, colaboración que es una práctica común.
Otros testigos insistieron en la contribución de WikiLeaks a su trabajo y sus investigaciones.
El fundador de la ONG Reprieve, Clive Stafford-Smith, aportó pruebas de que los documentos de WikiLeaks fueron útiles para su trabajo de protección a los prisioneros.
John Sloboda, cofundador con Damit Hardagan de la ONG Iraq Body Count, creada para restaurar la dignidad de las víctimas, haciendo públicos sus nombres, aseguró que la publicación de WikiLeaks de los diarios de guerra iraquíes constituyó la mayor contribución al recuento de cuerpos en Irak. Estos documentos permitieron identificar 15.000 muertes de civiles adicionales. Señaló que muchas de esas personas murieron en «pequeños» incidentes que provocaron entre una y tres muertes y que, por lo tanto, recibieron menos atención.
La intervención de dos periodistas resultó particularmente sorprendente, pues subrayaron la seriedad del trabajo de WikiLeaks y Julian Assange en la eliminación de los nombres de las personas que podrían estar en peligro debido a las publicaciones. John Goetz, de Der Spiegel para ese momento, trabajó en el famoso «bunker» de The Guardian. Explicó que hubo entonces una colaboración «sin precedentes entre medios de comunicación tradicionalmente rivales». Trabajaron juntos y compartieron historias particulares. El periodista hizo énfasis en la preocupación de Julian Assange por la seguridad. Todo tenía que ser encriptado. Incluso, el New York Times era el responsable de asegurar la coordinación con la Casa Blanca y el Departamento de Defensa. Así, fueron identificados 15.000 documentos que no debían ser publicados debido al riesgo que suponían para las personas involucradas. Destacó que el material era de muy alta calidad.
Más tarde, Goetz colaboró también en la redacción de los cables para Der Spiegel y fue igual de riguroso sobre los elementos que debían ser borrados y no publicados. Si posteriormente los documentos se filtraron sin control en varios sitios paralelos, fue principalmente debido a la publicación del código de cifrado en el libro de Harding y Leigh, WikiLeaks: Dentro de la guerra de Julian Assange contra el secreto, en febrero de 2011. Julian Assange intentó evitarlo durante el mayor tiempo posible.
El periodista neozelandés Nicky Hager, iniciador de la petición «Speak up for Assange» y autor de Other People’s Wars, New Zealand in Afghanistan, Iraq and the war on terror, destacó que los archivos publicados por WikiLeaks le ayudaron enormemente y que Assange fue muy cuidadoso con los nombres que debían ser borrados de los documentos. Sin embargo, la publicación de los cables en el sitio Cryptome dio al traste con el acuerdo.
Christian Grothoff, un informático del Instituto de Ciencias Aplicadas de la Universidad de Berna, rindió testimonio sobre este importante punto. Su investigación demostró que WikiLeaks no fue el primero en publicar los cables sin editar y que la plataforma había hecho todo lo posible para proteger los archivos no editados. Fueron otros quienes lo hicieron y, no obstante, no han sido acusados por ello.
Un testimonio de gran importancia fue el ofrecido por Daniel Ellsberg, uno de los primeros denunciantes. Habiendo participado en la elaboración de un informe oficial clasificado de 47 volúmenes, titulado Historia de la toma de decisiones en Vietnam, hizo en 1971 múltiples revelaciones sobre la guerra de Vietnam. Recordó sus propias revelaciones y motivaciones, incluyendo la demostración de cómo se había prolongado la guerra aún cuando el gobierno y el Estado Mayor sabían que ya no se podía ganar. Estableciendo un paralelismo entre su propio caso y el caso de WikiLeaks-Manning, aseguró que en ambos, el objetivo era informar al público sobre el curso de la guerra. Reiteró que el público recibe muy poca información genuina, y mucha información falsa, lo que hace imposible la verdadera democracia. Para él, lo que ha cambiado entre su época y las guerras en Afganistán e Irak, es que estos hechos se han normalizado.
En cuanto a las personas que habrían sido agraviadas, insiste sobre la necesidad de ponerse en el contexto de las políticas que Assange intenta cambiar. Se trata de contrarrestar una guerra que ya ha acabado con la vida de un millón de personas y ha llevado al exilio a 37 millones más.
Hubo otras contribuciones importantes, como la de Eric Lewis, abogado estadounidense especialista en Derecho, quien habló del riesgo que correría Assange si fuera extraditado (duración de la sentencia, condiciones de encarcelamiento).
Dean Yates, un periodista que era el jefe de la oficina de Reuters en Bagdad en el momento de los incidentes descritos en [el video] Collateral Murder, recordó sus esfuerzos por comprender lo que había sucedido y declaró que Assange le había permitido saber lo que Estados Unidos no había querido decirle.
El testimonio de Khaled el Masri, un ciudadano alemán entregado a la CIA y torturado, estuvo a punto de no ser escuchado debido a que la acusación se opuso a admitirlo, tanto por enlace de video como por simple lectura. Esta actitud provocó la reacción de Assange, quien se puso de pie y manifestó que era inadmisible no escuchar a un testigo víctima de tortura en un tribunal como ese. Finalmente se escuchó el testimonio, el arresto, la tortura y el confinamiento en una prisión secreta de un ciudadano inocente. No se juzgó a ninguno de los responsables, ya que la orden de arresto, solicitada inicialmente por los alemanes contra trece agentes de la CIA, fue abandonada debido a las presiones de los EE.UU.
La defensa leyó también una declaración de Jennifer Robinson a fin de demostrar la naturaleza política de la acusación. La abogada recordó una reunión entre Assange y un miembro del Congreso en la embajada ecuatoriana a la que ella asistió. El congresista Dana Rohrabacher propuso que, a cambio de que Assange identificara la fuente de las filtraciones del Comité Nacional Demócrata en 2016, Trump ofrecería algún tipo de acuerdo que, por supuesto, sería políticamente beneficioso para él, y que además impediría la acusación y la extradición. Assange rechazó esta propuesta.
El testimonio de Cassandra Fairbanks, una periodista radicada en Washington, expuso que a partir de 2018, el objetivo de la administración Trump era nuevamente detener a Assange e inculparlo. Especialmente cuando se tuvo la certeza de que Ecuador le retiraría el asilo político. Fairbanks, quien apoyaba a Trump, era miembro de un grupo de Twitter que incluía personas que trabajaban para el presidente Trump y personas cercanas a él, como por ejemplo Arthur Schwartz, un rico donante del Partido Republicano. Desde el momento en que la periodista demostró su apoyo a Assange en el grupo, mediante la publicación de una solicitud de Christine Assange, fue acosada e insultada por Arthur Schwartz, lo que le permitió hacerse una idea de la política hostil y agresiva que se lleva a cabo contra Assange.
Durante la tercera semana, se escucharon testimonios sobre la salud de Julian Assange, como el del Doctor Michael Kopelman, profesor emérito de Neuropsiquiatría del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres. Kopelman testificó acerca de sus visitas a Julian Assange en la prisión y las evaluaciones médicas que logró obtener de las mismas. En particular, subrayó el riesgo de suicidio en caso de que Assange fuera extraditado a una prisión estadounidense. Las prisiones de EE.UU. presentan pruebas de su atención a este tema, pero desde el informe recibido por el Dr. Kopelman mientras testificaba en el caso de Lauri Love, hay que recordar que Jeffrey Epstein se suicidó estando en prisión, y que Chelsea Manning tuvo un intento de suicidio, precisamente en la prisión donde Assange sería recluido preventivamente.
Las audiencias continúan y lo más seguro es que requieran una cuarta semana.
Irregularidades en las audiencias
Pero hablar del juicio sólo a través de los testimonios, por muy sólidos que estos sean, no debe impedirnos recordar que estas audiencias se desarrollan en condiciones inaceptables que desde hace varios meses, van de una irregularidad a otra.
Las violaciones del derecho de la defensa (el robo de computadoras y otros materiales dejados en la Embajada de Ecuador y entregados a los Estados Unidos, el espionaje a Assange en la embajada a manos de la CIA); el grave conflicto de intereses de la alta magistrada a cargo del caso, Lady Emma Arbuthnot, quien no se recusa; la nueva acusación introducida fuera de tiempo; el aislamiento de Assange detrás de un vidrio que lo separa de la sala y sobre todo de sus abogados; el rechazo de sus intervenciones durante las audiencias; los continuos llamados al orden de la jueza Baraitser, quien lee sus decisiones previamente escritas sin cambiar una coma después de las audiencias… La lista es larga.
Recordemos también la negación de la libertad condicional de Assange, solicitada por sus abogados para protegerlo del Covid-19 presente en la prisión, lo que representaba una amenaza particular para una persona debilitada y que padece una enfermedad pulmonar crónica.
El lunes 7 de septiembre, el procedimiento se inició con las formalidades relacionadas con la liberación de Julian Assange en virtud de la antigua orden de extradición, y su nuevo arresto en virtud de la nueva orden, que tuvo lugar inmediatamente después.
Seguidamente, la jueza Baraitser demostró su gran interés por la publicidad de los debates y una justicia transparente. Aunque sólo se permitían cinco personas en la galería (prevista para cuarenta: el Covid fue una excelente excusa) y una docena de periodistas en una sala adyacente, declaró que retiraba cuarenta accesos remotos, incluidos los de ONGs como Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras y los de observadores políticos, entre ellos una diputada alemana y miembros del Parlamento Europeo.
La cuestión fundamental del primer día se centró en el acto de acusación sustitutiva que, como recordamos, fue presentado tardíamente y ni siquiera llegó al acusado antes de que comenzaran las audiencias. La defensa incluso solicitó un aplazamiento a fin de prepararse para la nueva acusación. Pero este fue rechazado.
Las audiencias están plagadas de incidentes técnicos (muchos testigos son escuchados en video) y la parte acusadora se queja de no tener suficiente tiempo; se queja también de que se les da demasiado tiempo a los testigos para responder y, además, pretende que estos solo respondan «sí» o «no» en el contrainterrogatorio.
También debemos recordar lo que Stella Moris nos ha revelado acerca de las condiciones del traslado de Assange a la audiencia, y de vuelta a la prisión: «Todos los días lo despiertan a las 5 de la mañana, es esposado, puesto en una celda de detención preventiva, desnudado y radiografiado. Es trasladado durante una hora y media de ida y vuelta en lo que parece un ataúd vertical en una furgoneta cerrada…»
Los partidarios de Assange
Los comités de apoyo [a Assange] se han fortalecido considerablemente, sobre todo después del 11 de abril de 2019, pero lamentablemente, la crisis sanitaria ha tenido consecuencias también para ellos, de las cuales la principal es no haber permitido una gran movilización en Londres.
Cuanto más se acercaba la fecha del 7 de septiembre, más nos dábamos cuenta de que sería imposible viajar a Londres para la apertura de las audiencias, como había sucedido en febrero frente a la prisión de Belmarsh.
Tomando en cuenta el pequeño número de periodistas que pudieron desplazarse, el apoyo y la información no han sido lo que esperábamos.
Si a esto le agregamos el hecho de que los medios no están cubriendo el juicio, no nos queda sino tratar de romper el silencio a través de medios alternativos, inventando acciones, haciendo publicaciones en redes sociales e intentando llegar a las personas para proporcionar la mayor cantidad de información posible.
Traducido del francés por América Rodríguez para Investig’Action
Fuente: Investig’Action