La ciencia no es capitalista, pero su uso sí lo es
- 30 Jun 2021
Badia Benjelloun responde a un artículo de William Engdahl sobre los efectos nocivos de las vacunas. Un enfoque científico, a veces bastante técnico pero preciso, para desentrañar la verdad de las fantasías. Si bien no hay duda de que la industria farmacéutica se está aprovechando de la pandemia para obtener monstruosos beneficios con la complicidad de los poderes públicos, es conveniente no caer en ciertas trampas.
La siguiente es una respuesta al artículo de William Engdahl sobre los efectos nocivos de las vacunas basadas en la tecnología del ARNm.
Como preámbulo, se reiteran algunos principios que rigen el espíritu de esta respuesta.
Todo el mundo es libre de expresar una opinión y de manifestarla. Sin embargo, cuando emana de una personalidad que se beneficia de una audiencia, es su responsabilidad moral e intelectual asegurarse de que está válidamente fundamentada, sobre todo porque se trata de cuestiones científicas que no requieren una pericia particular, sino una práctica para detectar los sesgos en el análisis.
Hace tiempo que sostengo que la industria farmacéutica, que se apropia de los resultados de la investigación científica pública y los convierte en un instrumento de beneficio inmediato pagado con las cotizaciones de los trabajadores a los seguros médicos, debe ser confiada a órganos de gestión en los que participen representantes de los cotizantes y de los investigadores. Esta exigencia es más justa y radical que la simple supresión de las patentes y de los derechos de propiedad intelectual y de los secretos comerciales.
Engdahl menciona un documento publicado el 8 de mayo de 2021 en la página web de la Agencia Europea de Medicamentos que no se puede encontrar, aún revisando todos los informes emitidos entre abril y junio de 2021. Se supondrá que las cifras indicadas son ciertas.
Algunos pasajes pueden parecer difíciles para quienes ya no recuerdan las lecciones de biología impartidas en la escuela secundaria; pueden omitirse de la lectura sin que ello afecte la comprensión del texto.
Por último, si no existe una ciencia capitalista, sí existe una forma capitalista de utilizarla, cuya motivación es el beneficio a corto plazo, a veces en detrimento del bienestar de la humanidad.
Número de muertes
Entre el 1 de enero y el 18 de mayo de 2021 se registraron 10.470 muertes entre personas que fueron vacunadas con una de las vacunas de ARNm. Esto requiere al menos tres observaciones.
Si relacionamos el número de muertes con el número de personas que han sido vacunadas en su totalidad, es decir, que han recibido las dos inyecciones, más de cien millones, se obtiene una tasa de mortalidad del 0,001%. Esta incidencia no puede compararse con la mortalidad por la enfermedad viral porque se supone implícitamente que todas las personas vacunadas podrían haber contraído la infección. Sin embargo, en todos los países del mundo este supuesto no es aceptable porque se han adoptado medidas sociales para limitar el contagio natural de la población.
Además, la mortalidad debida al virus se evalúa dividiendo el número de muertes causadas por el virus (directa o indirectamente) por el número de personas aparentemente infectadas o no. La estimación de esta fracción de la población es difícil de modelar. Puede obtenerse midiendo los anticuerpos anti-SarsCov2 en toda la población o en una muestra significativa de la misma, que, si están presentes, indican que la persona ha estado expuesta al virus. Es así como se estima la inmunización grupal. Además, estos anticuerpos tienen una presencia inestable en la circulación, cuya duración es una variable individual. Sin embargo, estos datos se omiten en una primera aproximación, para esbozar en un momento T la imagen de la adquisición de la inmunidad colectiva. Este trabajo epidemiológico se realiza raramente; los chinos publicaron mucho al principio de la pandemia sobre este tema, lo que daba una idea de la importante circulación silenciosa del virus.
Para darse cuenta de la eficacia de la vacunación en términos de mortalidad, convendría comparar este 0,001% con una mortalidad calculada sobre un fichero activo de pacientes, cifra ponderada por el fichero no de PCR positivas sino de serologías positivas.
Por último, queda la cuestión fundamental de la imputabilidad. Los epidemiólogos médicos saben lo difícil que es establecer los vínculos causales entre dos acontecimientos, la administración de un medicamento o una vacuna y un efecto secundario o una muerte. En esta situación, es necesario excluir cualquier otra causa de muerte independiente de la vacunación y haber realizado las autopsias pertinentes.
¿Qué grupos de edad están representados predominantemente en estos 10.470 casos, dado que en los países desarrollados se ha adoptado la opción de vacunar primero a los ancianos, que son más vulnerables a la enfermedad? Por lo tanto, podemos esperar un exceso natural de mortalidad en esta subpoblación elegida en primer lugar para la vacunación en comparación con la población general. Si el 80% de los fallecidos tenía más de 85 años, no tiene el mismo significado que si el 80% tenía menos de 50 años.
¿Cuáles son las patologías preexistentes en estos sujetos?
Parece que la otra cuestión no resuelta es la caracterización rigurosa de este grupo de personas que murieron DESPUÉS de la vacunación pero no necesariamente POR la vacunación.
Hay otro punto que hay que señalar aquí. La pandemia no es igual desde que los reanimadores aplican tratamientos más afinados a los pacientes hospitalizados con problemas respiratorios. Muere menos gente, pero permanece más tiempo en el hospital, por lo que la mortalidad se ha transformado y reducido sensiblemente. Todavía no se conocen las posibles secuelas de las formas graves o incluso moderadas de la enfermedad a mediano y largo plazo.
El análisis de los efectos secundarios es aún más complejo, pero digamos desde el principio que ningún medicamento (ni siquiera un placebo) está exento de efectos secundarios. Como con cualquier riesgo, hay que sopesar el beneficio con la importancia y la gravedad del riesgo en función de la población. Es trillado decir que la penicilina no está prohibida a pesar de la existencia de un número incompresible de contratiempos con ella, porque presta inmensos servicios en muchas situaciones infecciosas, pero hay que recordarlo.
Es cierto que los efectos secundarios se subestiman debido al método de recolección. En efecto, el estudio publicado por Pfizer en diciembre indica que la consulta post-vacunación se realiza mediante un diario electrónico seguido por el 90-93% tras la primera dosis y el 75-83% tras la segunda. Así, los efectos secundarios se registran a partir de los auto-informes de los voluntarios en la investigación; no se organizó ninguna entrevista cara a cara con un proveedor de atención médica. Según el protocolo, los acontecimientos adversos sólo se registran hasta 14 semanas después de la segunda inyección. Esto pone de manifiesto las limitaciones inherentes al estudio.
Los efectos secundarios en Moderna fueron buscados activamente por los investigadores durante una semana cada día después de cada inyección, pero después de ese tiempo fueron auto-informados durante las siguientes tres semanas.
Los límites de los estudios
Los estudios publicados por Pfizer y Moderna, que afirmaban la eficacia de sus vacunas en más de un 90%, les permitieron obtener una financiación esencialmente pública para suministrar al mundo occidental sus vacunas, que la FDA considera experimentales, rápidamente y en dosis masivas. Este tipo de procedimiento de urgencia se aplica desde hace tiempo en Francia en el marco de lo que se conoce como UTA, una autorización temporal para utilizar un dispositivo o un fármaco para aumentar las posibilidades de supervivencia a falta de otra alternativa. Sin embargo, en este caso no se trata de medicar a los pacientes, sino de administrar una prevención a una población sana.
A menos que los gigantes farmacéuticos hayan mentido en sus datos brutos (lo que no es imposible), éstos demuestran que las vacunas reducen el número de casos sintomáticos y evitan los casos graves. De las 100 personas infectadas en el estudio, sólo cinco fueron vacunadas. Se trata de un resultado sustancial, a menos que se cuestione de nuevo la veracidad de los datos.
Pero estos estudios no demuestran que las personas vacunadas no transmitan el virus por la sencilla razón de que éste no era el objetivo del trabajo. Habría sido necesario hacer un seguimiento por PCR al menos semanal durante muchos meses (¿cuántos?) después de la segunda inyección y rastrear y retrotraer los contactos en caso de positividad.
Por otro lado, nadie destaca que la eficacia se mide a los dos meses de la segunda inyección, pero no más allá. Así que un 95% de efectividad pero verificada sólo a los dos meses. La protección puede ser bastante efímera y desvanecerse al cabo de unos meses o incluso de un año.
En cuanto a la crítica de la elección de individuos sanos para realizar el ensayo, viene impuesta por las comisiones de ética y más allá de la normativa, no es correcto experimentar en sujetos con vulnerabilidades por patologías. El reclutamiento de voluntarios para este tipo de ensayos sigue criterios universalmente aceptados.
Poner fin a la desnaturalización del ADN humano
¿Qué hace la infección por el CoV-2 de Sars si no es parasitar el máximo de células de un determinado huésped para hacerlas producir vía ARNm todos sus elementos estructurales y no estructurales de los que la proteína S es sólo una pequeña parte?
La infección es, en efecto, la introducción de un ARN extraño de forma masiva y con éxito en las células del huésped, cuyo metabolismo celular se desvía para reproducir la partícula viral total.
¿Es pertinente reprochar a una vacuna que imite la infección sin dar la enfermedad para evitar esta última? No, porque ese es el objetivo. La vacunación producirá durante un tiempo muy limitado una proteína S ligeramente diferente a la del virus porque tiene una estructura rígida y, por tanto, desencadenará una reacción inmunitaria.
La vida de este ARNm extraño en el organismo es corta, como la de TODOS los ARNm, incluidos los endógenos. La célula eucariótica no deja el mensajero por ahí, ya que sólo es un intermediario entre el ADN y la proteína final, sino que lo destruye para evitar que se infle la proteína.
La posibilidad de que el ARN se transcriba de nuevo en ADN para su integración en el ADN del huésped es muy poco probable, ya que la célula humana no tiene el equipo enzimático para hacerlo. La transcriptasa inversa, una enzima que sintetiza ADN a partir de una plantilla de ARN, sólo existe en los retrovirus y los retrotransposones. Esto plantea una verdadera interrogante para los pacientes con VIH. Recientemente, una ADN polimerasa Theta que participa en la reparación del ADN roto por la radiación ionizante o por defectos de copia durante la división celular, ha despertado un gran interés por su hipotética capacidad de retrotranscribir el ARN. Está ahí para limitar las grandes supresiones de los cebadores mínimamente emparejados. Mediante un truco experimental, los autores consiguieron que transcribiera ARN a ADN, lo que no es su actividad habitual.
Si el ARN extraño tuviera alguna posibilidad de integrarse en el ADN humano, nuestro patrimonio se enriquecería con cada infección por el virus de la gripe (también ARN) y por todos los ARN de los coronavirus benignos, de forma mucho más eficiente que con los treinta microgramos de la vacuna.
La rapidez con la que se obtuvo este tipo de vacuna fue posible gracias a la culminación de varias décadas de minuciosa investigación básica, realizada en el silencio de los laboratorios, a menudo con dificultades de financiación, y momentos de cansancio y desánimo de mujeres y hombres que permanecerán desconocidos para el público.
Una afluencia de recursos financieros sin precedentes también ha drenado considerables recursos humanos técnicos, en consonancia con la escala de la pandemia y los beneficios esperados.
Este tipo de tratamiento preventivo tiene alguna posibilidad de extenderse a otras enfermedades infecciosas, en particular a las parasitarias como la malaria, que siguen causando cientos de millones de nuevos casos, incluyendo casi medio millón de muertes cada año en el Tercer Mundo, especialmente en África.
Por supuesto, la situación ideal sería que los países con esta plaga como endémica no fueran pobres (empobrecidos por el imperialismo), y no estuvieran sometidos a guerras depredadoras cometidas directamente o por medio de proxies o mercenarios interpuestos por Occidente. Así podrían secar los pantanos en los que se desarrolla el Anopheles, el huésped intermediario del Plasmodium, y generalizar el uso de mosquiteros. Pero si mientras tanto un laboratorio (aunque sea capitalista) lo desarrollara, sería un progreso relativo.
Lo que no se dice
El ARNm no es un OMG. Es completamente errado hablar de ARNm como un OMG. En primer lugar, no se trata de un organismo, sino de un fragmento de información genética construido para ser traducido en una determinada proteína.
Este trozo de ARN de la vacuna no puede reproducirse.
No es “modificado genéticamente”, la expresión es incorrecta.
Es totalmente sintético, fabricado desde cero en cubas por humanos, e imita en gran medida la parte codificada de la proteína Spike. Se necesitaron muchos artificios para garantizar que no se destruyera instantáneamente una vez en el cuerpo humano. La vida de un ARNm humano natural varía de unos minutos a unas horas como máximo. El ARNm exógeno es necesariamente más estable en individuos sanos y no inmunodeprimidos. Esto es lo que ha dificultado la fabricación de vacunas basadas en este tipo de moléculas y, al mismo tiempo, supone una ganancia en seguridad. Ya no se encuentran después de unas horas.
Mutaciones no silenciosas
A pesar de la enorme inversión de capital en la producción de las vacunas de Pfizer y Moderna, no se ha asegurado la producción en masa. En los primeros meses, hubo anomalías en la regularidad del suministro debido a procesos defectuosos en las líneas de producción. Las plataformas industriales tuvieron que crearse de nuevo para un producto novedoso, y pasar de la escala experimental a la producción intensiva lleva tiempo. El número de personas vacunadas por esta técnica desde enero es irrisorio, apenas cien millones. Como las medidas sociales para frenar la circulación del virus se aplican muy débilmente en los países «liberales», han surgido variantes resistentes a las versiones de ARNm.
Una apuesta perdida
La suposición, compartida por muchos investigadores, de que las regiones que codifican los sitios estratégicos de reconocimiento de la proteína S raramente mutaban, no se confirmó. Debido a la intensa circulación del virus, eventos que se consideraban estadísticamente raros generaron, sin embargo, variantes, que se extendieron especialmente en los países liberales. Apenas dos meses después del lanzamiento de la vacunación en Occidente, gracias a los fondos públicos que favorecieron a Pfizer y Moderna, se ha demostrado el fracaso de la prevención inducida por la variante B1.351, la variante sudafricana o la variante Beta.
Los ensayos realizados al mínimo, se llevaron a cabo in vitro con pseudovirus que imitan el Sars Cov-2 mutado. Pfizer recogió veinte sueros de quince pacientes entre dos y cuatro semanas después de la segunda inyección. Los títulos de neutralización contra las variantes británica y brasileña no difirieron de la cepa D614G previamente dominante. Se necesitarían títulos tres o cuatro veces más altos para neutralizar el Beta.
Moderna fue aún más económica en su demostración, a partir de ocho sueros de pacientes vacunados, se demostró que contra la variante Beta, eran seis veces menos eficaces que contra la D614G. Al 17 de junio, la variante Alfa sigue siendo mayoritaria en Francia, mientras que la Delta (india) está emergiendo con brotes de transmisión documentados.
Centrarse en la trompa del elefante
Ahora se sabe que los epítopos* relegados por la investigación aplicada, la investigación favorecida por los inversionistas en la salud humana, son 1400 en cuanto a los objetivos de las células T, las responsables de la inmunidad no mediada por anticuerpos. Las células T reconocen algo distinto a la proteína S para luchar contra el virus. Identifican patrones en las proteínas estructurales S, por supuesto, pero también en las proteínas de membrana, nucleocápside y no estructurales NSP3, NSP4 y NSP12. También en las regiones de lectura abierta, ORF 3 y ORF 8.
Son todos estos objetivos los que son el centro de la lucha inmunitaria del huésped cuando se expone “naturalmente” a la infección. Las células T implicadas son “asesinas” o ayudantes en la producción de anticuerpos. Al final, dirigirse a una sola proteína estructural resultó ser una mala apuesta porque, por muy importante que sea, es el lugar de las mutaciones que mejoran su funcionalidad (penetración celular) y hacen que el virus escape a la red de vigilancia inmunológica educada para reconocer la versión sin las mutaciones más recientemente adquiridas.
Las otras opciones
China ha hecho las cosas de manera diferente.
Primero recurrió a la vacuna de virus inactivados cultivados, una tecnología sólida y probada que se utiliza para las vacunas contra la gripe, la rabia y la hepatitis A. No es necesario crear plataformas industriales de nuevo diseño.
El objetivo es vacunar al mayor número posible de personas en un tiempo récord.
Mientras tanto, se ha prohibido estrictamente la circulación del virus con medidas de confinamiento y cuarentena draconiana en cuanto se identifica el más mínimo foco. La ciudad de Guangdong (18 millones de habitantes) fue confinada, con sus aeropuertos semicerrados, tras el descubrimiento de un grupo de 50 personas en mayo.
Se diseñaron y produjeron dos variedades de vacuna inactivada de dos cepas diferentes. Su eficacia ha sido evaluada en más de 40.000 voluntarios en diferentes centros: Perú, Argentina, Brasil, Turquía y Jordania.
La eficacia juzgada a las dos semanas de la segunda inyección es del 72% para el WIVO4 y del 78% para el HNO2. El punto débil del estudio es que sólo participaron sujetos sanos, en su mayoría varones y menores de 60 años. El criterio de eficacia utilizado fue que más del 50% de los vacunados estuvieran prevenidos, como es el caso de la gripe, y este criterio se cumplió.
George Gao, director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, está muy satisfecho con estas cifras, pero no descarta la necesidad de una tercera inyección para mejorar la eficacia de la vacuna. Bahréin y los EAU ya ofrecen una tercera dosis a las personas de riesgo.
En la actualidad, se administran más de 22 millones de dosis al día y, a pesar de un comienzo lento de la profilaxis, con sólo un 15% de la población vacunada a principios de mayo de 2021, más de mil millones de chinos han recibido ya al menos una dosis. La validación por parte de la OMS de las vacunas inactivadas de Sinopharm y Sinovac el 7 de mayo de 2021 parece haber acelerado el proceso.
La vacuna recombinante de la empresa china CanSino Biologics, basada en el mismo modelo que la de Sputnik V y AstraZeneca, recibió el 21 de mayo la certificación del Instituto Nacional de Farmacia y Nutrición de Hungría, lo que supone una puerta de entrada al mercado europeo y una distribución mundial más amplia. Sinopharm había recibido la misma certificación en abril. A este ritmo, se espera que toda la población china sea “vacunable” al final del verano.
Cuba, un pequeño país de once millones doscientos mil habitantes sometido a un bloqueo desde 1962, ha logrado la hazaña de diseñar cuatro vacunas simultáneamente. Los médicos e investigadores de este pequeño país están muy avanzados en el campo de la biología molecular. Las vacunas Soberana 1 y 2 y Soberana+ son la secuencia proteica avanzada que se une al receptor de la célula huésped (RBD).
En otras palabras, en lugar de fabricar toda la proteína de la espiga, sólo se dirigieron a la parte relevante de la misma, la que se une al receptor del huésped.
La plataforma de producción de este tipo de proteínas sintéticas ya existía a nivel industrial. El plan es vacunar al 22% de la población a finales de junio y al 70% a finales de agosto. La vacuna Abdala, diseñada de la misma manera, también ha superado los ensayos de fase 3 y pronto se producirá en Venezuela a un ritmo de dos millones de dosis al mes. Al ser una pieza pequeña de la espiga, se necesitan tres inyecciones para tener un efecto inmunogénico satisfactorio.
¿Y los tratamientos?
A medida que avanza –demasiado lentamente– y deja desprotegidos a continentes y subcontinentes, la vacunación y la inmunidad natural adquirida permiten el desarrollo de variantes incontrolables por esta profilaxis, que esperábamos que durara al menos un año. Obsesionados con los falsos problemas de un cambio en la preciada herencia cromosómica, no hubo interés en proseguir la investigación clínica de los medicamentos antivirales. ¡Esto se había logrado con el VIH! Una vez agotadas las posibilidades de reposicionar viejas moléculas, lo que se hace con cada nueva amenaza infecciosa epidémica, empezando por el VIH, el ébola, el chikungunya, etc., habría que revitalizar esta vía.
No faltan objetivos virales.
Una vez unida a la membrana de la célula huésped por el famoso Spike RBD, la partícula necesita el trabajo de una enzima del huésped, TMPRSS2, una serina proteasa para entrar en la célula. Un inhibidor de esta serina proteasa es el Camostat, una molécula desarrollada en Japón que se utiliza desde hace veinte años para tratar la fibrosis pancreática y el reflujo gástrico postoperatorio. Los ensayos parecen muy prometedores.
La ARN polimerasa dependiente del ARN es una enzima estrictamente viral, y el diseño de inhibidores de la misma no interferirá con el metabolismo humano. Se están estudiando dos inhibidores en fase 3.
Los inhibidores de enzimas son moléculas relativamente simples y fáciles de sintetizar.
¿No es suficiente la tecnología del futuro para una sociedad reeducada para ser tecnófila y adepta a los gadgets desechables?
Pero también, y sobre todo, ¿no se obtienen suficientes beneficios?
El mundo occidental (el que sigue marcando la pauta, pero ¿durante cuánto tiempo más?) en materia de producción de conocimientos es culpable de haber tomado decisiones en la lucha contra la pandemia del Sars CoV 2 favoreciendo técnicas elitistas que se ha reservado para sí mismo.
Es responsable y tendrá que dar cuenta de un egoísmo que se le devuelve como un boomerang en forma de variantes resistentes a su supuesta alta tecnología de la que no es inventor.
Con amargura y asco por esta conducta, sólo se puede prever que toda la humanidad pagará por esta incoherencia. No ganará esta nueva forma de guerra asimétrica llevada a cabo contra un virus y contra los países más pobres del planeta.
* Un determinante antigénico es el patrón de un antígeno que es reconocido por un receptor en la superficie de un linfocito o por la parte variable de un anticuerpo. Suele ser una región de una proteína. Por ejemplo, los epítopos de la proteína S han sido bien estudiados, y las técnicas cristalográficas permiten ver dónde se adhieren los anticuerpos.
Los inmunólogos-bioquímicos tienen modelos para predecir qué área puede estar involucrada en el reconocimiento inmunológico. Aquí, por ejemplo, hay una veintena de sitios que generalmente implican unos quince aminoácidos.
Foto de portada: Julia Koblitz / Unsplash
Traducido del francés por América Rodríguez y Edgar Rodríguez para Investig’Action
Fuente: Investig’Action