La Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela y la esperanza de un pueblo
- 02 Ago 2017
Paradójicamente cuando un pueblo cree que puede gobernarse así mismo, entonces eso no es democracia, eso es llamado tiranía
Les confieso que me siento un poco amargado por el acoso al pueblo venezolano que se resiste a arrodillarse, que quiere ser él mismo, decidir sobre su destino, y sin embargo el gobierno del presidente Donald Trump, las oligarquías nativa y extranjeras, y los medios de comunicación han decidido que no lo permitirán. Que antes correrán ríos de sangre por las calles venezolanas que ver a un pueblo decidir sobre su modelo económico y político.
Ese pueblo venezolano que votó el 30 de julio pasado por sus candidatos a constituyentes, demuestra una vez más su talante democrático, que rechaza las expresiones violentas de los sectores extremistas de la oposición, que resiste las amenazas y el miedo que buscan imponer las acciones terroristas de calle aupadas por el gobierno de Washington y maquilladas por los medios masivos de comunicación.
Son esos medios de comunicación los encargados de ganar la guerra de las conciencias, de fabricar un consenso que dado el caso permita una intervención directa del Comando Sur, para poner orden en su patio trasero y disciplinar a sangre y fuego el rebelde pueblo venezolano. De paso dar un castigo ejemplar, para que los otros pueblos de la región y el mundo comprendan de una buena vez cual es el fatal destino que cae sobre aquellos que rechazan el concepto occidental de democracia.
La democracia en versión norteamericana, no implica que el pueblo participe y decida sobre cual es el mejor modo de solucionar sus problemas y cual es el mejor gobierno que puede darse así mismo. La democracia para Washington es lo que conviene a sus corporaciones multinacionales, es lo que Trump o el monigote de turno que esté en la Casa Blanca diga que es. Es la demcoracia por la que claman CNN, The New York Times o el Washington Post y sus repetidoras.
Paradójicamente cuando un pueblo cree que puede gobernarse así mismo, entonces eso no es democracia, eso es llamado tiranía y el presidente de ese pueblo irreverente es calificado como dictador.
Este es a trazos gruesos el relato construido sobre Venezuela en los medios de comunicación, agencias de noticias y reproducido por gobiernos muy poco democráticos. Todos escupen improperios sobre el gobierno bolivariano, lo acusan de ser lo que justamente no es, una dictadura; y cierran cada vez más el cerco sobre la población nativa de Venezuela que no ha entendido el concepto de democracia moderna, donde algunos ciudadanos votan, unos pocos gobiernan de acuerdo a los intereses de las grandes empresas privadas y la mayoría calla y acepta lo que las élites decidan.
¿Terminará este maravilloso experimento social llamado revolución bolivariana en un baño de sangre y fuego impulsado por el gobierno de Donald Trump?
¿Desmontará el imperio pieza a pieza el legado chavista, castigando una vez más el mal ejemplo de un pueblo que prioriza las necesidades sociales antes que las ganancias de las corporaciones del norte?
¿Volverán a robarse finalmente las petroleras y otras empresas estadounidenses y sus socios las cuantiosas riquezas venezolanas como lo hacían antes de que llegara el comandante Chávez que mandó a parar?
Finalmente si es como dicen las madres de plaza de mayo en Argentina, “la única batalla que se pierde es la que se abandona”, el pueblo venezolano da una lección moral al mundo, que observa confundido por la telaraña mediática, sobre la inquebrantable voluntad de ser soberano.
Fuente : Investig’Action