Curiosidades y contradicciones del discurso occidental (sobre el conflicto OTAN-Ucrania-Rusia)

Una vez que se reconoce que Rusia ha violado la legalidad internacional y el principio fundamental de la igualdad de soberanía de los Estados, como lo han hecho casi todos los demás, quedan las cuestiones principales. La división tan marcada que Estados Unidos, incluso más que Rusia, parece querer lograr (“¡La prosperidad de Rusia, dice Biden, es una amenaza para Occidente!”), corre el riesgo de conducir a una situación cada vez más compleja; ¿cómo se iniciarán las cada vez más urgentes negociaciones de estabilización y paz?


 

Los príncipes que nos gobiernan en Occidente tienen todos los medios para fabricar las ficciones históricas que necesitan. Mucho más que Rusia o China.

En Francia, por ejemplo, los grandes medios de comunicación y sus “expertos” han hecho su agosto durante meses, a través de todas las pantallas, sin el menor respeto por el procedimiento contradictorio, para formar una mentalidad radicalmente anti-Putin y anti-Rusia entre los ciudadanos, como ya lo habían hecho contra el mundo árabe, bajo el pretexto del “anti-islamismo”, ¡aunque hay una gran diversidad dentro de la religión musulmana!

Cada día aparece un hecho, sujeto a una interpretación unidireccional, favorable a Ucrania y desfavorable a la imagen de Rusia. Los Estados Unidos, Occidente, siempre tienen la razón: encarnan el Bien, la Democracia, la Libertad y nadie está facultado para refutarlo. ¡Llegan a inventar el lenguaje más “útil” para su causa acusando a los demás de falsificación y belicismo!

Los comentaristas, expertos y otros “influenciadores” profesionales “descubren”, por ejemplo, los horrores comunes a todos los conflictos armados, gritan “ir al combate”, y rechazan como obscenas las palabras “negociaciones”, al tiempo que restan importancia a todos los avances pacíficos (como el intercambio de prisioneros, la liberación de los puertos que permiten el transporte de cereales, la intervención del OIEA, o los contactos entre los servicios especiales que continúan).

Los crímenes de guerra siempre son cometidos por un solo bando. Sabemos que las tropas occidentales siempre han tenido manos blancas (Vietnam, Argelia, Yugoslavia, Kosovo, Irak, Siria, Libia, etc.)

Algunos quieren que Putin sea condenado por un Tribunal Especial, mientras que sus Estados se han negado a unirse al ya existente, ¡el Tribunal Penal Internacional!

En París también se critica el discurso oficial ruso por no hablar de “guerra” sino de “operación especial”. ¿Hemos “olvidado” que los gobiernos franceses (de “izquierda”, como G. Mollet, o de derecha) también rechazaron durante 8 años la noción de “guerra” en Argelia y sólo hablaron de “acontecimientos”, “pacificación”, “operaciones de mantenimiento de la paz” contra los bandidos terroristas calificados de “fellouzes” y “fellaghas”? Hicieron falta los “Acuerdos de Evian”, la independencia y el establecimiento de la paz para admitir que hubo una “guerra” y un pequeño millón de víctimas.

Mejor aún, las guerras occidentales han sido calificadas a menudo en Francia como simples “injerencias humanitarias” por la banda de Kouchner, un atlantista convencido (¡después de haber sido un joven comunista!) y por el ineludible “pensador” B-H. Lévy, denunciando a los “siniestros” defensores de la soberanía nacional.

Hoy, la posición es inversa: la OTAN apoya a muerte la soberanía de Ucrania contra el intervencionismo ruso. ¡Extraño!

Se acusa a las Naciones Unidas de todos los males, a pesar de que sus puntos débiles son el resultado de las grandes potencias (escasa financiación, violaciones de la Carta, soslayamiento de la organización por parte de otras organizaciones, corrupción de algunas delegaciones, reducción del papel de las ONG consultivas, etc.)

Occidente, con motivo de la crisis ruso-ucraniana, quiere imponer una revisión de la Carta, aunque ésta sigue ajustándose a la realidad de la sociedad internacional, que es la más necesitada de la mínima protección que representa el principio de la igualdad de soberanía de los Estados, ¡mientras que es el funcionamiento de la organización el que amerita una profunda reorganización! Eliminar el derecho de veto en el Consejo de Seguridad, por ejemplo, como piden los Estados occidentales, convertiría a la ONU en un instrumento de guerra, ya que se convertiría en el instrumento de una mayoría contra una minoría, es decir, en una fuerza beligerante más.

Por otra parte, es concebible que el Consejo de Seguridad se amplíe para incluir a algunos Estados del Sur cuyo papel ha adquirido importancia desde 1945. Lo principal es que la ONU conserve su vocación de marco de diálogo entre Estados en desacuerdo, para facilitar las negociaciones y seguir siendo un instrumento para mantener la paz y promover el desarrollo.

El objetivo no puede ser convertirse en el juez político y moral de Rusia, China, Irán o Israel (¡actualmente sobreprotegido por el veto de la ONU!).

Para que se respete mejor la Carta, los “cascos azules” tendrían que transformarse en una fuerza armada permanente de las Naciones Unidas, una verdadera fuerza de interposición: ¡esto nunca se ha aplicado desde 1945! Al día de hoy, las grandes potencias prefieren controlar las fuerzas militares baratas del Sur, aunque sean ineficaces. En circunstancias graves, las grandes potencias utilizan sus ejércitos nacionales a su antojo o sus alianzas político-militares como la OTAN, concebida para competir con la ONU y sus operaciones multilaterales, ¡como es el caso de Ucrania, donde la co-beligerancia está en marcha! La OTAN pretende, bajo la tutela de Estados Unidos, reducir el coste de la defensa estadounidense y homogeneizar el mundo occidental para hacerlo más agresivo frente a las potencias competidoras del capitalismo mundial.

Pero, en estas condiciones, ¿cómo podría una ONU, débil y sin recursos, sospechosa de estar manipulada por unos y otros –véanse las batallas internas para mantener o tomar el control de las Agencias Especializadas (OMS, UNESCO, OIT, FAO, etc.)–, luchar contra los diversos tráficos transnacionales (evasión fiscal, pandemias, contaminación, venta de armas, trata de blancas, mafias, drogas, etc.), y cómo podría la paz verse amenazada por ellos? ¿Cómo eliminar a los oligarcas, tan numerosos en Kiev como en Moscú, París, Nueva York o Roma? ¿Nos hemos olvidado ya del propio Trump?

¿Cuál es la mejor manera de resolver la cuestión migratoria, si no es promoviendo la intervención de las Naciones Unidas, de una u otra forma, en lugar de dejar a los migrantes en manos de fuerzas xenófobas o racistas?

El dogmatismo binario primitivo se está apoderando de Occidente y del resto del mundo, en detrimento de los pueblos; ¡es una tragedia que corre el riesgo de empeorar!

El pequeño departamento postcolonial, legalmente francés, Mayotte, un modesto ejemplo de la crisis que afecta a las relaciones internacionales, ¡puede incluso examinarse a la luz del conflicto OTAN-Rusia!

De hecho, Mayotte se separó artificialmente del archipiélago de las Comores por presión de Francia, por razones económicas, a pesar de la histórica unidad cultural bantú-islámica de las islas Comores. Francia ha zanjado en su propio beneficio la cuestión de unas fronteras que “nunca, nunca, nunca” han sido reconocidas por la ONU (¡parodiando a Biden, hablando de las fronteras ruso-ucranianas!) Los derechos y obligaciones de los habitantes de Mayotte y de las demás islas del archipiélago, que se independizaron, no fueron tenidos en cuenta por el poder francés.

En 1974, el voto en Mayotte fue favorable a Francia, a diferencia de las otras tres islas comoranas, que votaron en un 99% por la independencia. ¿Hubo una “mascarada” para este referéndum? ¡La ONU lo ha reconocido, considerando que el voto debe contarse a escala del archipiélago y no isla por isla! Uno se pregunta también por la autenticidad de los votos emitidos por ciudadanos más o menos manipulados y sin control internacional.

Es porque Mayotte está lejos y Francia sigue siendo una potencia. ¡Es que Mayotte es de interés secundario para la sociedad internacional comparado con el de la OTAN y Rusia para Ucrania!

Pero no basta con denunciar las contradicciones y paradojas de la política de los Estados.

La soberanía del pueblo no tiene ningún control sobre la política exterior de su Estado: en este sector hay un poder muy concentrado donde se toman las decisiones más graves, ¡como la guerra! Sin embargo, existe un relativo desinterés por parte de todas las fuerzas políticas en los asuntos internacionales debido a su escasa repercusión en la opinión pública y, por tanto, en las consultas electorales. ¡Parece necesario llamar a la conquista radical del “poder internacional” por parte del pueblo!

¡Luego viene la cuestión de la apropiación por parte de los ciudadanos del derecho internacional como instrumento democrático, lo que implica un aprendizaje de esta disciplina jurídica que casi todos ignoran!

Así, la vida humana está “cortada en rodajas”, ¡tan numerosos son los malvados, como escribió Elsa Triolet! Evidentemente, prosiguió, “no es un juego de niños”, aunque los dividendos están perfectamente bien y las grandes empresas transnacionales aumentan sus beneficios gracias al conflicto OTAN-Rusia.

 

Traducido por Edgar Rodríguez para Investig’Action

Fuente: Investig’Action