Censura de RT y Sputnik: ¿Debe la UE elegir qué información podemos consultar?
- 11 Mar 2022
Acusados de servir a la propaganda del Kremlin, los medios de comunicación rusos RT y Sputnik tienen prohibido emitir en la Unión Europea. ¿Se justifica esta medida en tiempos de guerra? En realidad, la decisión de los 27 Estados miembros marca un peligroso punto de inflexión en el control de la información. Sobre todo porque la verdad no es una prerrogativa de los medios de comunicación occidentales, como veremos. La Unión Europea podría apoyarse en la educación para formar mentes críticas capaces de resistirse a la manipulación, ya sea de Rusia o de otros países. Pero prefiere invertir en armamento y recurrir a la censura. ¿Cuáles serán las próximas víctimas del Ministerio de la Verdad?
La guerra en Ucrania ha convertido el campo de la información en un campo de batalla. Acusados de servir a la propaganda del Kremlin, los medios de comunicación rusos RT y Sputnik acaban de ser prohibidos de emitir en el territorio de la Unión Europea por sus veintisiete Estados miembros. “Prohibiremos la maquinaria mediática del Kremlin. RT y Sputnik, así como sus filiales, ya no podrán difundir sus mentiras para justificar la guerra de Putin y sembrar la división en nuestra Unión”, anunció hace unos días la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
RT, antes Russia Today, es un canal internacional de noticias 24 horas lanzado en 2005 por las autoridades rusas. Al frente estaban dos personas cercanas a Vladimir Putin: Alexei Gromov, portavoz del presidente en aquel momento, y Mikhail Lessin, antiguo ministro de prensa y asesor de medios de Putin. RT, que comenzó sus emisiones en ruso e inglés en un puñado de países, ha ampliado su cobertura a lo largo de los años. Actualmente, el canal de noticias también está disponible en árabe, español, alemán y francés. En cuanto a Sputnik, es una agencia de noticias internacional creada por el gobierno ruso en 2014 tras la fusión de la radio La Voz de Rusia y la agencia RIA Novosti. Medio de comunicación digital por excelencia, Sputnik ha creado treinta y dos subdominios con portales en inglés, francés, alemán, español, italiano y polaco.
No es ningún secreto que RT y Sputnik están vinculados al Kremlin. En los últimos años, tanto en Rusia como en otros países emergentes, el deseo de romper el monopolio de Estados Unidos y el Reino Unido en el panorama informativo internacional a través de la CNN y la BCC, ha permitido alcanzar ciertos logros. Así, por ejemplo, nació Al-Jazeera en Qatar. En primer lugar, para contrarrestar el dominio saudí sobre los medios de comunicación árabes. En segundo lugar, para dar a la comunidad internacional una perspectiva diferente sobre las guerras que se libran en Oriente Medio. En Afganistán e Irak, las instalaciones del canal fueron bombardeadas por el ejército estadounidense.
Los días en que Londres y Washington dominaban las noticias internacionales han terminado. Nueve años después del lanzamiento de RT, la BBC llegó a preocuparse públicamente por la posibilidad de perder la guerra de la información [1]. Preocupación compartida por el entonces Secretario de Estado de Cultura, John Whittingdale: “Estamos siendo superados enormemente por los rusos y los chinos y esto es algo que he planteado a la BBC. Es aterrador lo mucho que estamos perdiendo la guerra de la información” [2]. La historia no terminará ahí. No sería de extrañar, siguiendo la estela de CNN, BBC, RT, France 24, Al-Jazeera, Telesur o aún de CGTN, que otros grandes canales de noticias llegaran desde Asia, América Latina o incluso de África.
Descolonizar la información
Hay mucho en juego, y la batalla por la información a escala mundial no es nueva. Ya en 1976, los países no alineados hablaban de “descolonizar la información” y de introducir un nuevo orden internacional de la información y la comunicación, porque “los medios de información y comunicación desempeñan un papel extremadamente importante en la lucha común por la liberación y el desarrollo, la afirmación de la independencia política y económica y la creación de nuevas bases para unas relaciones internacionales más equitativas” [3].
En el seno de la UNESCO, los países del Tercer Mundo denunciaron así el imperialismo cultural, definido por el sociólogo Herbert Schiller como “el conjunto de procesos por los que una sociedad es introducida en el sistema mundial moderno y la forma en que su estrato dirigente es inducido, por fascinación, presión, fuerza o corrupción, a modelar las instituciones sociales para que correspondan a los valores y estructuras del centro dominante del sistema, o para promoverlos”.
Ya en 1977, la UNESCO creó una comisión internacional para resolver los grandes desequilibrios entre el Norte y el Sur, en el ámbito de la comunicación. En 1980, el informe McBride [4] puso en marcha una serie de iniciativas para sentar las bases de un nuevo orden mundial de la información y la comunicación. Pero a raíz de esto, Estados Unidos y el Reino Unido abandonaron la UNESCO, denunciando un ataque inadmisible a la “libertad de prensa”, es decir, a su monopolio.
Los rusos… y los otros
El nuevo orden mundial de la información y la comunicación nunca llegó a concretarse a través de la UNESCO. Pero los países que podían permitírselo lanzaron sus propios medios internacionales para defender sus intereses. En Rusia, tras haber sacudido a varios países de Europa del Este, las revoluciones de colores apoyadas por Occidente empujaron al Kremlin a contraatacar en el terreno mediático. Las líneas editoriales de RT y Sputnik pueden considerarse alineadas con la diplomacia rusa. Pero, ¿las de los medios de comunicación occidentales están mucho más lejos de sus respectivas cancillerías? ¿La propaganda de guerra está reservada exclusivamente a las tierras bárbaras que nos rodean?
La intervención de la OTAN en Libia ofrece una respuesta esclarecedora. La narrativa dominante era que la alianza atlántica estaba interviniendo para proteger al pueblo libio, víctima de los bombardeos de Gadafi. Más tarde, una comisión parlamentaria británica reconoció que la intervención se basó en “suposiciones erróneas” [5], pero mientras nuestros aviones bombardeaban el territorio libio, matando a muchos civiles y permitiendo el avance de indeseables grupos de milicianos, apenas si se abría paso alguna información contradictoria a través del manto inexpugnable de propaganda de la OTAN.
Se puede observar que la mayoría de las veces, la cobertura de las noticias internacionales en los medios de comunicación occidentales también refleja los intereses de la política exterior: indulgente con nuestros aliados, crítica con nuestros enemigos. En marzo de 2011, por ejemplo, RTL Bélgica dedicó un reportaje a los esfuerzos de mediación de Hugo Chávez en el conflicto libio. En un comentario aparentemente inofensivo, el periodista mencionó al “dictador suramericano”. Si no me equivoco, nunca hemos oído hablar del “dictador árabe” en los informes sobre el rey de Arabia Saudí o el emir de Dubai. Sin embargo, la democracia no es su punto fuerte. En Riyadh no quieren ni oír hablar de elecciones.
En cambio, el sistema electoral de Venezuela fue calificado como el primero del mundo por la Fundación para el Avance de la Democracia (FDA) en mayo de 2011, dos meses después del informe de RTL. Hugo Chávez también había puesto su destino en manos de los votantes en muchas ocasiones, incluso durante un referéndum revocatorio. En Venezuela, si hay suficientes votos, el presidente puede ser destituido a mitad de mandato. Uno puede imaginar lo que sería esto en nuestro país, donde muchos líderes se hunden en las encuestas después de unas elecciones. Y sin embargo, en los telediarios, podíamos llamar tranquilamente dictador a Chávez sin hacer demasiadas preguntas sobre los monarcas feudales de la península arábiga. No todos tienen la suerte de ser aliados de Occidente.
Los guardianes de la libertad
Por tanto, el paralelismo entre la línea editorial y la línea diplomática no es exclusivo de los medios de comunicación rusos. Pero, ¿cómo se puede explicar esto? Los ministros de Asuntos Exteriores no tienen línea directa con las redacciones de nuestros medios de comunicación. No hay ninguna gran conspiración; es el funcionamiento de la industria de los medios de comunicación lo que explica el sesgo en las noticias internacionales. Edward Herman y Noam Chomsky lo han demostrado perfectamente en Manufacturing Consent [“Fabricando el consenso”, cuyo título en español es Los guardianes de la libertad], una auténtica biblia del análisis crítico de los medios de comunicación [6]. Los dos intelectuales recorrieron la prensa de Estados Unidos, observando qué temas eran objeto de una noticia de primera plana o de una campaña de varios días y cuáles quedaban relegados a la condición de historias breves, o incluso se ignoraban.
A partir de este análisis empírico, Herman y Chomsky elaboraron un modelo de filtro para explicar el funcionamiento de la industria de los medios de comunicación. Hay que imaginarse la masa de acontecimientos que pueden ocurrir en el mundo, por un lado, y la información que encontramos en nuestros periódicos, por otro. Entre ambos, habrá una brecha: se destacarán algunos acontecimientos, se minimizarán otros y se tratarán algunos temas desde un ángulo específico. Entre los acontecimientos que son noticia y la información que nos llega, están los famosos filtros del modelo teorizado por Herman y Chomsky: la propiedad de los medios de comunicación, la financiación por parte de la publicidad, la elección de las fuentes de información, el aluvión de represalias directas o indirectas a los contenidos incómodos y, finalmente, el peso de la ideología dominante.
Herman y Chomsky hablan de un modelo de propaganda real que explica importantes diferencias en el tratamiento de la información. Por ejemplo, parece que ciertas víctimas tienen más o menos interés en nuestros medios de comunicación. Los dos autores recuerdan el asesinato de un sacerdote polaco, Jerzy Popieluszko, en 1984. En los medios de comunicación estadounidenses, el suceso recibió mucha más cobertura que el asesinato de varios clérigos –incluidos ciudadanos estadounidenses– en América Latina, en la misma época. Esta diferencia de trato desafía la ley del medidor de la muerte, según la cual, cuánto más lejano es un acontecimiento, menos atención recibe. O el fenómeno de la identificación, por el que se da mayor importancia a las víctimas que se parecen a nosotros.
Si las reglas habituales del periodismo no se aplicaron aquí, fue porque en plena Guerra Fría, la muerte de un sacerdote polaco, famoso por su anticomunismo, fue un acontecimiento estratégico que Washington aprovechó para atacar a un régimen enemigo. Por el contrario, los clérigos asesinados en América Latina habían muerto en Estados clientes de Washington, que no hicieron demasiada alharaca sobre estos hechos. En la misma línea, Herman y Chomsky descubrieron, a partir de su investigación en cinco periódicos estadounidenses, que el uso del término “genocidio” es frecuente para describir los abusos cometidos por Estados enemigos, como en Kosovo. Por el contrario, se utiliza con menos frecuencia para denunciar actos no menos graves, pero cometidos por el propio Estados Unidos o sus aliados, como en Irak o Indonesia.
Sesgo consistente
Estas diferencias de trato son constantes y siguen produciéndose con regularidad. Se puede pensar en la cobertura de la primavera bahreiní en comparación con otros levantamientos, la guerra de Yemen en comparación con otros conflictos, o la represión de las manifestaciones en Colombia el año pasado. Así, en un momento en el que Occidente aclamaba la Primavera Árabe, la mortífera represión del levantamiento popular de Bahréin por parte de las tropas saudíes no recibió una atención generalizada. La guerra en Yemen es “el mayor desastre humanitario del mundo”, según el enviado especial de la ONU, Martin Griffiths. Pero no es ni mucho menos el más publicitado. La represión de las manifestaciones en Colombia se ha saldado con decenas de muertos y cientos de heridos sin causar demasiado ruido. No es difícil imaginar los titulares si lo mismo hubiera ocurrido en Cuba.
Así que cuando se trata de la alineación, no hay ninguna excepción rusa. ¿Y qué pasa con nuestros periodistas? ¿Propagandistas celosos al servicio de su gobierno? En realidad, la mayoría hace su trabajo lo mejor que puede, tratando de informar “objetivamente sobre lo que subjetivamente creen que es importante” [7]. En primer lugar, recordemos que la industria de los medios de comunicación se rige por imperativos económicos como la industria automovilística o la producción de zanahorias enlatadas: reducir los costos y maximizar los beneficios. Esto explica que en los últimos años muchas redacciones hayan sufrido oleadas de reestructuración y que la profesión de periodista se haya vuelto más precaria. Menos recursos y sin embargo más y más producción. Para superar la aparente contradicción, se utilizan las nuevas tecnologías que requieren menos desplazamientos.
También podemos contar con los comunicados de prensa y otros despachos de las agencias. Información servida en bandeja de plata. Y como no hay tiempo suficiente para comprobar y cotejar, se prefieren las fuentes fiables. Una periodista que cubría América Latina para una importante cadena de televisión, me dijo que tenía dos biblias: France 2 y El País. ¡Así es el flujo circular de la información! Por otro lado, ella desconfiaba sistemáticamente de lo que venía de Internet, porque contiene de todo y cualquier cosa. Y toma demasiado tiempo verificarlo. El resultado es que los periodistas dependen cada vez más de agendas que no son las suyas.
Si el asesinato de un sacerdote polaco tiene mucha más repercusión que el de un sacerdote estadounidense en Guatemala, es porque Washington ha aprovechado el primer suceso y, a raíz de él, han abundado las declaraciones, los comunicados de prensa y los despachos de las agencias. Si mañana Joe Biden decide poner en marcha las negociaciones para terminar la guerra en Yemen –hipotéticamente hablando–, no cabe duda de que el conflicto volverá a ser noticia.
Las personas adecuadas en los lugares adecuados
Otro filtro importante es el de la ideología dominante. Los periodistas pueden hablar del “dictador Chávez” sin pestañear, o decirnos que la OTAN defiende la democracia en Libia sin correr el riesgo de sufrir un aneurisma, porque estas opiniones subjetivas no contradicen su percepción del mundo. Y eso explica por qué la fábrica de consentimiento es tan eficaz. Imagínese que los periodistas tuvieran que escribir bajo coacción lo que les dictan los poderosos del mundo; la fábrica no duraría mucho. Algunos acabarían dando un portazo, denunciando la presión que sufrirían. Pero, salvo algunas excepciones, las personas adecuadas están en los lugares adecuados.
El sociólogo Alain Accardo habla de una orquestación visible y otra invisible dentro de los medios de comunicación. La primera se manifiesta a través de la estructura piramidal de las empresas. Un periodista o incluso un directivo que se desvíe demasiado de la línea editorial puede ser simplemente expulsado por sus superiores. La orquestación invisible, en cambio, se basa en el habitus social de los periodistas, que “no se traduce en una identidad total y rigurosa de puntos de vista sobre todos los temas, sino en afinidades suficientes para asegurar una relativa cohesión de puntos de vista, una relativa compatibilidad de iniciativas y una relativa armonía de intereses” [8].
Accardo recuerda la célebre metáfora de los relojes que no necesitan conspirar para dar la misma hora: basta con que estén sincronizados de la misma manera al principio y que estén equipados con el mismo tipo de movimiento; la similitud del mecanismo excluye así cualquier maquinación. Para Pierre Bourdieu, este habitus constituye unos lentes particulares, “a partir de los cuales [los periodistas] ven ciertas cosas y no otras; y ven de cierta manera las cosas que ven” [9]. Estas lentes se las debemos a nuestra educación, al entorno en el que crecimos y al ambiente en el que vivimos. Así, la mayoría de los periodistas de los principales medios de comunicación comparten pares de anteojos relativamente similares a través de los cuales ven a Chávez como un dictador, a las intervenciones de la OTAN como legítimas, a Putin como un déspota paranoico, al ascenso de China como una amenaza para nuestros valores occidentales o al bombardeo de Israel como autodefensa.
Este intercambio de percepciones comunes explica que los periodistas de los medios de comunicación convencionales no se sientan limitados y no necesiten que se les pida que traten la información de una manera determinada. Noam Chomsky dice que a menudo ha tenido la oportunidad de discutir con los periodistas el control que la clase dominante tiene sobre la industria de los medios de comunicación. Muchos le dicen que son libres de escribir lo que quieren y que nunca han sido presionados. “Tienen razón”, comenta Chomsky. “Pero el hecho es que no estarían en el puesto que ocupan si no hubieran demostrado ya que no necesitan que se les diga lo que tienen que decir, porque siempre dirán lo que se espera de ellos de forma espontánea.” [10]
Siempre más concentrados
Especialmente cuando se trata de política internacional, la línea editorial no varía mucho de un medio a otro. En definitiva, TF1 está en su derecho de defender la intervención de la OTAN en Libia, y Libération de justificar las “represalias” israelíes. El problema es cuando todos abordan la actualidad internacional desde el mismo ángulo. Y es poco probable que la situación mejore a medida que aumente la concentración de medios. También es una consecuencia de los imperativos económicos de una industria tan competitiva. Podemos volver a comparar el sector de los medios de comunicación con la industria del automóvil.
Hace décadas, había muchas marcas de coches, ¡incluso en Bélgica! Pero la competencia del mercado hizo que las empresas más débiles quebraran. Otras fueron absorbidas por marcas más fuertes. Algunas también se han fusionado para ser más competitivas. En la actualidad, el sector del automóvil está dominado por unos pocos grupos. El mismo fenómeno se ha observado en la industria de los medios de comunicación. En Francia, el pasado mes de diciembre, 250 periodistas y profesionales de la información publicaron una declaración en la que denunciaban la hiperconcentración de los medios de comunicación, que tiene “un gran impacto en la calidad y la diversidad de la información que se ofrece al público.” [11]
En este contexto, ¿cómo podemos celebrar la prohibición de medios de comunicación en el territorio europeo? Se dirá que RT y Sputnik están al servicio de la propaganda del Kremlin. Pero hemos visto que los medios de comunicación occidentales no son inmunes a la propaganda de la OTAN. Por lo tanto, los ciudadanos deben tener derecho a consultar diferentes fuentes de información y a comparar puntos de vista para formarse su propia opinión. La información no es como cocinar una pizza en el microondas. Requiere tiempo, atención y trabajo. Pero el esfuerzo merece la pena. En efecto, si tanto en Occidente como en Oriente, los gobiernos dedican grandes esfuerzos a la batalla de la información, es porque la opinión pública cuenta. Los ciudadanos todavía tienen el poder de cambiar las cosas si se movilizan en masa. Nuestros dirigentes son muy conscientes de ello.
Los subcontratistas del Ministerio de la Verdad
Por lo tanto, ni la Unión Europea ni ningún otro poder político deberían decidir a qué información podemos o no acceder. “Prohibir un medio de comunicación es un acto muy grave, que debe basarse en fundamentos jurídicos sólidos y en elementos objetivos, para evitar cualquier arbitrariedad. El reto de las democracias es luchar contra la desinformación preservando la libertad de expresión”, comentó Ricardo Gutiérrez, Secretario General de la Federación Europea de Periodistas (FEP). [12]
El Sindicato Nacional de Periodistas – CGT también está preocupado por la desaparición de RT Francia, sin más explicaciones ni proceso. “Resulta paradójico que, en nombre de la falta de pluralismo de esta cadena, se pida su prohibición”, ha señalado el sindicato francés, que ha recordado que, en Francia, el acuerdo con una cadena de televisión controlada por un Estado extranjero sólo puede rescindirse en caso de que se agredan los intereses fundamentales de la Nación o se incumpla el convenio que vincula a dicha cadena con Arcom, la Autoridad de Regulación Audiovisual y Digital. [13]
La censura de RT y Sputnik marca un desvío peligroso. ¿Qué otros medios de comunicación serán prohibidos mañana? ¿Aquellos que cualquier autoridad haya juzgado arbitrariamente como conspirativos sobre la base de criterios subjetivos? ¿Y luego, los que son simplemente demasiado incómodos? Investig’Action ya ha tenido una amarga experiencia al respecto. Primero con el Decodex, una especie de directorio de sitios de información creado por el equipo de Décodeurs de Le Monde. Usted introduce la dirección de un sitio, el Decodex le dice si es fiable o no. Verde para los medios de comunicación convencionales que hacen bien su trabajo, como Le Monde. Naranja para los sitios que se desvían un poco de la ideología dominante, como Le Monde diplomatique. Y rojo para Investig’Action que difunde información falsa y/o artículos engañosos. La guinda del pastel es que las pocas líneas de explicación y los dos artículos enlazados para justificar la mala calificación de Investig’Action están llenos de errores de hecho y falsedades que Decodex se negó a rectificar. [14]
Después de Decodex, llegó NewsGuard, una incipiente empresa fundada en 2018 en Estados Unidos para luchar contra las noticias falsas. En lugar de confiar el trabajo a algoritmos poco fiables, NewsGuard contrata a periodistas para que analicen las fuentes de noticias según criterios de credibilidad. También en este caso, los medios de comunicación dominantes se salen con la suya. Mientras que los medios alternativos como Investig’Action, que deconstruyen la propaganda de la OTAN, reciben una mala reputación. ¿Será necesario precisar que el consejo de administración de NewsGuard incluye a personalidades vinculadas a la alianza atlántica y al establishment estadounidense, como Anders Fogh Rasmussen, ex secretario general de la OTAN, el general Michael Hayden, ex director de la CIA y de la NSA, y Don Baer, ex director de comunicaciones de la Casa Blanca bajo la administración Clinton?
¿Habrá mañana un Ministerio de la Verdad, como el que imaginó George Orwell, que subcontratará a empresas de nueva creación la tarea de decidir qué información pueden consultar los ciudadanos? La lucha contra las noticias falsas, tanto si proceden de Internet como de los medios occidentales o rusos, merece algo mejor que decisiones arbitrarias. En lugar de censurar a RT y Sputnik, la UE y sus Estados miembros deberían invertir mucho más en educación. No enseñar a los ciudadanos, desde la más temprana edad, que hay gente buena y gente mala, medios buenos y medios malos. Sino orientarlos para que puedan desarrollar un verdadero espíritu crítico. Esta es la mejor arma para protegerse de la manipulación de la información. Sin embargo, la educación está dramáticamente infra-financiada en toda la Unión Europea, mientras que el gasto en armamento se dispara. Uno se pregunta si nuestros dirigentes quieren ciudadanos capaces de pensar, o súbditos descerebrados, informados por medios de comunicación elegidos a dedo y dispuestos a seguir el ritmo cuando suenen los tambores de la guerra.
Traducido del francés por Edgar Rodríguez para Investig’Action
Foto de portada: Del documental de John Pilger, The War You don’t See
Fuente: Investig’Action
Notas:
[1] https://www.theguardian.com/media/2014/dec/21/bbc-world-service-information-war-russia-today
[2] Ibídem
[3] http://www.afsp.msh-paris.fr/activite/groupe/germm/collgermm03txt/germm03cardon.pdf
[4] Para más información sobre el informe McBride https://www.cairn.info/revue-les-enjeux-de-l-information-et-de-la-communication-2011-1-page-69.htm
[5] https://www.letemps.ch/monde/un-rapport-parlementaire-britannique-denonce-lintervention-libye-2011
[6] Edward HERMAN y Noam CHOMSKY, Fabriquer un consentement. La gestion politique des médias de masse, Ed. Investig’Action, 2018.
[7] AUBENAS Florence y BENASAYAG Miguel, La Fabrique de l’information, París, La Découverte, 1999, p.36
[8] ACCARDO Alain, “Un journalisme de classes moyennes”, en Médias et Censure, Lieja, Ed. ULG, 2004
[9] BOURDIEU Pierre, Sur la télévision, París, Ed. Raisons d’agir, 1996
[10] CHOMSKY Noam, “De quoi les médias dominants tirent-ils leur domination”, en Médias et censure, op.cit.
[13] https://snjcgt.fr/2022/02/28/rt-france-laisser-larcom-enqueter-de-facon-contradictoire/
[14] Véase, en particular, LALIEU Grégoire, Décodex: le vieux Monde se meurt. Desde entonces, parece que Decodex ya no utiliza puntos de colores, pero el principio sigue siendo el mismo.