Aprovechar la pérdida de legitimidad de la clase dirigente

En este artículo (escrito antes de las elecciones), Roger D. Harris explica como el dilema Trump vs. Biden representó una “distracción” e incluso un retroceso para las luchas prioritarias de la izquierda en Estados Unidos. (IGA)


 

El miércoles por la noche, los sondeos cerraron con “un final en suspenso sin ganador aún en la elección presidencial”. A pesar de un período de incertidumbre, que generalmente es el némesis de Wall Street, el Dow subió un 0,9%, el S&P 500 abrió con 1,5% más, y el Nasdaq Composite saltó un 2,6%.

La explicación es que las élites financieras saben que ganan independientemente de quién ocupe el Despacho Oval, algo que algunos izquierdistas, que apoyaron la subordinación temporal de una alternativa independiente de la clase trabajadora a la campaña del principal candidato neoliberal, no captaron claramente.

Derrotar al contendiente que Noam Chomsky llamó hiperbólicamente “peor que Hitler” sería un golpe a la supremacía blanca manifiesta. Pero el racismo institucional profundo, enraizado en el estado carcelario de los EE.UU., perdurará todavía y las tareas de la izquierda continuarán.

 

Legitimar el gobierno neoliberal

 

El voto de la izquierda no era necesario para asegurar una victoria de Biden. Pero era necesario para justificar el voto del “mal menor” basado en la falsa narrativa de la TINA – “there is no alternative” (“no hay alternativa”).

El Partido Comunista Revolucionario, normalmente marginado por los medios de comunicación corporativos, obtuvo grandes titulares cuando declaró su apoyo a Biden. El “periódico oficial” del ala demócrata del duopolio bipartidista, The New York Times, publicó oportunamente un artículo de opinión de un autodenominado socialista, porque clamaba que “los izquierdistas deberían votar por Biden en masa”.

Los Socialistas Demócratas de América (DSA) reconocieron rápidamente que “no hay ninguna opción en la parte superior de la boleta que haga avanzar nuestro movimiento o constituya una ‘victoria’ para el socialismo democrático”. Pero eso no los disuadió de “subirse al autobús” de Biden. La DSA parecía más preocupada por la derrota de Biden que por la exclusión de Sanders del DNC [Comité Nacional Demócrata].

No es responsabilidad de la izquierda el trazar la estrategia de cómo los demócratas podrían haber llevado esta o futuras campañas. Por cierto, una victoria de Biden/Harris impediría que un demócrata liberal, como por ejemplo una integrante del llamado Squad, se presente como candidato de los demócratas durante los próximos 12 a 16 años.

La contribución de esos izquierdistas a tiempo parcial que hicieron campaña por Biden no fue ponerlo en la Casa Blanca –no tenían los números para hacerlo– sino ayudar a legitimar el gobierno neoliberal. Su rendición política preventiva oscureció el fracaso de un sistema político incapaz de abordar las cuestiones críticas de nuestros tiempos.

 

La política del miedo oscureció las cuestiones críticas

 

El miedo fue el motivador operacional de las fantasías apocalípticas de un golpe fascista, que sirvió para obviar una agenda progresista. Una economía en decadencia, una pandemia aún incontenible y las protestas sin precedentes contra la brutalidad policial racializada se atribuyeron únicamente a la agenda de Trump, en lugar de entenderse también como algo endémico del orden neoliberal.

Ninguno de los dos candidatos presidenciales abogó por una atención sanitaria integral en época de pandemia, y ambos optaron de hecho por el descarte de los más vulnerables: las personas de color y los ancianos. Las dos alas del duopolio difieren principalmente en este tema de salud vital sobre la conveniencia de usar máscaras faciales.

La catástrofe climática sigue siendo una amenaza existencial. Biden puede arrojar algunas migajas más que Trump en dirección a la industria de la energía alternativa. Pero ambos candidatos compitieron para demostrar quién estaba más entusiasmado con el fracking, al mismo tiempo que están de acuerdo en mantener los recortes de impuestos y los subsidios a la industria de los combustibles fósiles. El predecesor de Biden, a quien sirvió como vicepresidente, se jactó porque “hemos añadido suficientes nuevos oleoductos y gasoductos para dar la vuelta a la Tierra y algo más”. Los próximos cuatro años presagian la elección de uno que niega el calentamiento global u otro que cree en la ciencia pero que no actúa de acuerdo con ella.

Las élites financieras prodigaron en forma desproporcionada su apoyo a los demócratas. Los oligarcas entendieron, más claramente que ciertos elementos de la izquierda, dónde residen sus intereses de clase. “Wall Street”, informó Politico, “se entusiasmó con Biden”, porque el tío Joe era el que mejor ayudaba a recuperar su legitimidad mientras les seguía el juego. Los entes financieros también cubrieron sus apuestas con contribuciones a Trump. Junto con el DNC, entendieron que cuatro años más del actual ocupante serían mejores para la clase propietaria que una presidencia de Bernie Sanders.

 

Juego de Tronos

 

Aunque el resultado de las elecciones presidenciales es incierto, la legitimidad de la clase dirigente ha sido sin duda desvirtuada por la campaña más fea de la historia reciente. El club de élite ahora debe arreglárselas para ungir a su nuevo emperador sin dañar más su imagen. El tema de la transferencia de poder es su dilema y nuestra buena fortuna.

Puede que sea demasiado pronto para decirlo, pero el ampliamente temido golpe de Trump aún no se ha realizado. Los “Chicos Orgullosos”, con sus municiones por correo, aún tienen que reemplazar al Estado Mayor Conjunto.

Los izquierdistas nerviosos, aprensivos por un golpe de Trump, han llamado a los trabajadores a una huelga general para instalar un neoliberal en la Casa Blanca. Joe Hill vería esto como irónico, en el mejor de los casos.

Mientras que “el Presidente Donald Trump ha puesto en duda si se comprometería a una transferencia pacífica del poder”, reveló CNN, “el proceso secreto para preparar una posible administración de Biden ha estado en marcha durante meses con la ayuda de altos funcionarios de Trump (énfasis añadido)”.

Biden puede ser ahora menos desagradable que Trump, pero el tío Joe tiene la ventaja de no haber estado en el poder durante los últimos cuatro años. Puede que no luzca tan bien después de otro período de gobierno neoliberal, caracterizado por una creciente austeridad para los trabajadores, un arraigado racismo institucional, una vigilancia opresiva y medidas estatales de seguridad, y un imperialismo agresivo en el extranjero. Existen diferencias sustanciales entre Trump y Biden, pero esas diferencias no se extienden a la clase a la que sirven.

 

Recuperar la alternativa de la izquierda

 

Con una participación récord, nunca antes tantos votaron por tan poco. Esto ahora es auspicioso para las alternativas al duopolio bipartidista.

Como informó Alan Macleod, el abismal índice de aprobación de Trump del 42% apenas es superado por el de Biden del 46%. Dos tercios de los posibles votantes demócratas encuestados afirman que votarían contra Trump en lugar de a favor de Biden; sólo un cuarto de los posibles republicanos votan tanto a favor de Trump como en contra de los demócratas. Biden se escabulle con el atractivo de no ser Trump, pero eso se desgastará rápidamente.

Con el continuo abandono de los dos partidos principales a los intereses de la gente trabajadora, la izquierda debe tomar la iniciativa o cederla a una creciente derecha. En lugar de ser este el momento en que ha habido una mayor necesidad de apoyar a los demócratas menos malvados y darles un mandato extraordinario para gobernar, este es un momento para aprovechar la pérdida de legitimidad de la clase dirigente y articular una alternativa de izquierda.

Tomar una iniciativa de izquierda, a pesar de la pérdida de legitimidad de las élites gobernantes, es un desafío. Con una victoria republicana, la izquierda ha sido absorbida históricamente por una resistencia que se convierte en una asistencia –el cementerio de los movimientos sociales que es el Partido Demócrata–. Con una victoria demócrata, la ilusión de esperanza y de que cualquiera es mejor que Trump son falsas excusas para “darle una oportunidad a Biden”. Después de hacer campaña por el demócrata, será complicado para estas mismas fuerzas de izquierda dar un giro creíble y luchar contra él. En cuanto a una izquierda electoral independiente, las reglas más rigurosas de registro de partidos que apuntan a alternativas de izquierda, recientemente impuestas por los demócratas, prefiguran menos opciones de izquierda en las futuras elecciones.

Sin embargo, la mayoría de los trabajadores apoyan una agenda progresista, que ha sido ignorada y suprimida por el duopolio:

  • Abordar eficazmente el calentamiento global.
  • Medidas de seguridad contra el COVID para la actividad económica y el alivio económico.
  • Poner fin para siempre a las guerras y sanciones, mientras se reduce la amenaza de conflagración nuclear.
  • Un programa nacional de salud basado en el modelo de Medicare.
  • Oposición a la militarización de la policía y preservación de las libertades civiles.
  • Reducción de la desigualdad de ingresos, leyes antimonopolio más estrictas y una fiscalización justa de la riqueza.

Estas fueron algunas de las cuestiones críticas que se perdieron en el teatro político distractor de la campaña de 2020 y la base para una renovada iniciativa de la izquierda.

 

Traducido del inglés por América Rodríguez para Investig’Action

Fuente: Dissident Voice