Anne Wetsi Mpoma: “El clima imperante es conservador y revisionista con respecto al pasado colonial”

Anne Wetsi Mpoma es historiadora del arte, pensadora decolonial, curadora y escritora. Propone soluciones para deconstruir y reinventar las artes y los imaginarios al servicio de una sociedad más integradora. Directora y fundadora de la Galería de Arte Wetsi (2019, Asociación sin fines de lucro Nouveau Système Artistique), un espacio independiente que tiende puentes con públicos diversos, incluidos los institucionales, mostrando la obra de artistas marginados por su “raza”, género, orientación sexual, origen étnico y/o “discapacidad”. Participó como experta en la comisión sobre el pasado colonial que finalizó hace unas semanas.


 

¿Puede explicarnos su trayectoria en pocas palabras?

Tengo formación de curadora. Después de estudiar Historia del Arte en 2007, mi idea era trabajar en un museo o en una galería de arte, en cualquier caso, en el mundo cultural. Ya había percibido que en Bélgica y Francia la aproximación a la cultura africana era muy colonial, así que inmediatamente después de mis estudios en la ULB me fui a Estados Unidos, donde trabajé en una galería de arte y acumulé experiencia. Pero en algún momento sentí que había que hacer cambios en Bruselas, aunque hubiera sido bueno para mi carrera quedarme en Estados Unidos. Me di cuenta de que el cambio había que hacerlo aquí, porque hay un problema de racismo y de percepción de la cultura africana. 

Volví con la idea de trabajar en proyectos artísticos. Me presenté en diferentes instituciones culturales como Bozar, pero mi currículum nunca fue seleccionado. Un responsable de recursos humanos de Bozar llegó a decirme un día, durante una feria de empleo: “No puedo darte un trabajo basándome en tu diploma, pero no puedo ponerte en recepción…” 

Además de trabajar en el sector alimentario, participé en varios proyectos en el área de voluntariado. Colaboré con el Museo de África como animadora y luego formando parte del grupo de 6 (representantes de la diáspora) cuando empezaron la renovación. 

En aquel momento tomé conciencia de los problemas, de las relaciones condescendientes y asimétricas entre el personal y las asociaciones africanas, pero hay que reconocer que esta asimetría no es propia del Museo de África, sino generalizada en todas las instituciones del país. Incluso en el último proyecto de investigación en el que participé con una investigadora blanca que se presentó como amiga, sucede con demasiada frecuencia que es la persona blanca la que explica las normas, y si hay un desacuerdo, siempre es el afrodescendiente el que sufre las consecuencias.

El Museo de África es problemático, pero no es más que un síntoma de la mentalidad condescendiente que impera en el país. A pesar de mi titulación y mi experiencia, en las instituciones culturales no tenía más trabajo que el de permanecer al margen y quedar bien. Empecé a escribir sobre estos temas y colaboré con la Asociación sin fines de lucro Bamko, con quien lanzamos la campaña Restitución de Bienes y Objetos Culturales Saqueados, poco antes de la reapertura del Museo de África. Y entonces empecé el proyecto de la Galería de Arte Wetsi. La idea era crear un espacio para los artistas afrodescendientes, permitirles trabajar sobre temas que nos interesan como intelectuales, para no depender de la financiación con convocatorias de proyectos, en las que los jurados están formados por personas del mundo dominante. En estas situaciones, hay palabras que no les gusta oír. 

A menudo nos encontramos en la negación, no podemos hablar de racismo, de prejuicios, hay que atenuar todas las palabras. Así que la idea era tener un espacio más autónomo e independiente, pero al final me doy cuenta de que es difícil tener un proyecto comercial que no esté en la corriente dominante. Se puede trabajar en temas decoloniales, pero hay que adoptar el discurso dominante porque, de lo contrario, no se te escuchará. Es una observación difícil. ¿Cómo se lucha contra un sistema mientras se está obligado a aceptar sus reglas?

 

¿En qué punto se encuentra su labor activista y artística? ¿Podemos decir que sirve para continuar el legado de Patrice Lumumba?

Patrice Lumumba hizo un trabajo político de primer orden, y mi trabajo es político en el sentido de que me atrevo a actuar en favor de la comunidad. Y espero que lo que hago esté en la línea de Patrice Lumumba, quien luchó por la libertad de su país, de su pueblo. Y pagó un alto precio por ello, porque lo mataron por lo que hizo. Siento mucho respeto y admiración por lo que hizo. Cuando oigo a los revisionistas coloniales decir que él y los avanzados de la época fueron responsables de un genocidio contra la población congoleña, contra la población belga que había en el país en aquella época, me duele, porque fue alguien que luchó por la libertad de su país y de su pueblo.

Lo que hago hoy es por la comunidad, trabajo con los medios de que dispongo y hago lo que puedo. Sin embargo, no estoy segura de que mi trabajo pueda tener el mismo alcance, el mismo impacto en la sociedad actual. Me parece que estamos en una sociedad donde las cartas están echadas, es difícil evolucionar al margen, resistir y enfrentarse al mundo dominante en el que todo está regido por el dinero y el poder. Si no tienes un discurso dominante, es muy complicado existir y evolucionar.

En cuanto a mi trabajo artístico, creé la galería en primer lugar para tener un espacio que pudiera gestionar alguien de la comunidad. Es importante contar con espacios autogestionados por activistas negros, intelectuales negros. No tenemos suficientes. Ya sea en el ámbito del arte y la cultura (que conozco), pero también en otros campos. No tenemos suficientes negocios regentados por afrodescendientes, panaderías, supermercados, restaurantes, etc. A veces me dicen que hay que tener paciencia. Pero no es sólo una cuestión de generaciones, sino de mentalidad y de darnos los medios. Creo que la cultura es útil para cambiar el paradigma, para abrir los ojos a la gente, para cuestionarse cómo pueden los afrodescendientes ocupar su lugar en la sociedad belga y en el mundo en general.

Porque podemos ocupar nuestro lugar en la sociedad belga, pero también en el continente africano. Dado el color de nuestra piel y el apego que nos une a nuestros orígenes, creo que es importante mantener un vínculo con un país, un lugar del continente, es muy importante desarrollarse de forma sana y equilibrada desde el punto de vista de la identidad. Espero que mi trabajo siga la tradición de Patrice Lumumba, pero con toda humildad, porque las situaciones son diferentes. También creo que todos estos líderes africanos asesinados de forma tan brutal dejan un modelo, un ejemplo que nadie quiere reproducir.

Podemos tener muchas cosas que reprochar a los actuales dirigentes africanos, pero también podemos comprender que estos hombres no quieran ser los próximos en ser liquidados con sus cuerpos disueltos en ácido, asesinados de forma tan brutal… somos varias generaciones de personas traumatizadas. ¿Quién se atrevería a defender los valores de los africanos y de África en el contexto actual, con las consecuencias que ello implica?

 

Usted participó en las movilizaciones sobre restituciones previas a la reapertura del polémico Museo de África en Tervuren. ¿Cuál es el balance cuatro años después de esa reapertura?

Sobre el Museo de África, el discurso que consiste en declarar la integración de los afrodescendientes dándoles trabajo, realizando colaboraciones, compartiendo el patrimonio, etc. me plantea un problema (esto es una opinión personal). Estamos hablando sobre todo de personas blancas que llevan varios años trabajando en este museo, pueden hacerlo con toda la sinceridad posible, pero al final los hechos están ahí: ¿Por qué no hay un centro con un mínimo de medios, gestionado por afrodescendientes? ¿Por qué no podemos recibir a la Ministra de Igualdad de Oportunidades en nuestro instituto y mostrarle nuestro patrimonio? ¿Por qué tenemos que reunirnos en el Museo de África? Pueden hacer muchos esfuerzos, invitar a Amzat Boukari, invitar a todas las luminarias del mundo decolonial, pero eso no sustituirá el hecho de que cada subvención que se llevan es una subvención que no va a la gente de la diáspora, para crear su propio museo, su propia institución. Las comunidades magrebíes, por ejemplo, tienen centros culturales árabes, el Espace Magh; hay un museo judío en Bruselas. Pero cuando se trata de comunidades negras, siempre hay que ir al Museo Quai Branly o al Museo de África, y todo está dirigido por blancos. Espero que dentro de unos años esto haya cambiado.

 

Usted participó en la Comisión del Pasado Colonial, ¿cómo valora este trabajo? El mismo día, en Holanda, el Primer Ministro pidió perdón por los debates provocados por el colonialismo, tras una gran movilización…

Es muy decepcionante, terminó con una negativa. El gobierno de Bélgica no quiere pedir perdón al Congo, a Ruanda, a Burundi por el colonialismo pasado y presente. Todo esto demuestra que todavía no se nos toma en serio como negros, queda mucho camino por recorrer. El resultado después de todo el trabajo realizado es decepcionante. Estamos muy, muy lejos de una resolución en Bélgica. El clima imperante es conservador y revisionista con respecto al pasado colonial. Siempre se nos invita a hablar de los beneficios de la colonización, en cuanto hablamos del racismo actual se nos deslegitima. Incluso en esta comisión no se invita a hablar libremente, sino con un discurso suave y audible. Y mi participación en este grupo ha sido invisibilizada. Las generaciones futuras tendrán que retomar el trabajo que se ha hecho hasta ahora y que no ha conducido a una disculpa ni a una reparación.

En los Países Bajos, habría que preguntar a los negros que viven allí para ver cómo lo viven, no es realmente mejor que aquí en términos de aceptación y apertura mental. Pero lo que admiro allí, a nivel de asociaciones y activistas, es que hayan conseguido reunirse para que el Primer Ministro se doblegue y pida disculpas. Como la gente persigue las subvenciones, muy pocos hablarán con firmeza. Las personas que sufren racismo y discriminación tienen miedo de hablar, y con razón, porque si no encajas en el molde no puedes trabajar. Prefieren atacar otros temas que esos (disculpas, reparaciones, racismo). En Bélgica no hay ni una sola asociación financiada que diga claramente y plantee como reivindicación “Ahora demandemos reparaciones, exijamos disculpas…”

 

Traducido por Edgar Rodríguez para Investig’Action

Fuente: Investig’Action