La oscura, contradictoria y nueva internacional

Decirle a uno “comunista” en estos días aciagos resulta casi tan incomprensible como calificar a otro de “fascista”. No es el fantasma del comunismo el que recorre Europa y el mundo; tampoco las legiones con las fasces (de combattimento, como en Milán de 1919) recorren los caminos.


 

Aunque la liga que sí existe tenga su centro en esa ciudad italiana. Comunistas hay, fascistas hay. Y todos revueltos, aunque no  juntos y peculiarmente activos en América, como vemos. Una mirada a la realidad que se refiere también a Honduras y termina con el editorial de un diario de Caracas.

Chomsky: “…Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgustan. Por ejemplo, Goebbels estaba a favor de la libertad de expresión para los puntos de vista que compartía, igualmente Stalin. Si estás a favor de la libertad de expresión, eso significa que estás a favor de la libertad de expresión precisamente para los puntos de vista que no compartes, de otra forma, no estarías a favor de la libertad de expresión.”

Los experimentos en el terreno físico, químico, biológico –material queremos decir, queremos decir los experimentos acotados sobre cosas mensurables– se realizan en lugar cerrado, un laboratorio,  bajo cuidadosas condiciones de seguridad; no vaya a ser que se “arranque” un bicho, un virus, por ejemplo, una epidemia, tal vez, y de experimento mute a peligro –y que ese peligro comience a cambiar sin control la realidad. Y mate.

En el terreno social las cosas son distintas: no se puede aislar una sociedad, no por mucho tiempo, al menos. Además sucede que la lección del experimento (porque para eso se hacen experimentos, para aprender; y detrás, arriba y abajo y delante y a los costados de todo proceso de aprendizaje hay lecciones), la lección, decíamos, no siempre es comprendida, asimilada, recordada.

Bombardear Guernika en 1937 fue un experimento. Un doble experimento: cómo de verdad funcionaba la rama armada aérea y cuan enorme podía ser el pavor que desatara su acción. Guernika se fijó en el espanto que refleja el trabajo de Picasso; conviene, es una lección colateral, recordar que más de 60 años después del bombardeo un tapiz que lo reproduce alguna vez hubo de ser tapado para no ofender a una delegación estadounidense del más alto nivel a la ONU; fue antes de una de las dos recientes invasiones a Iraq.

La razón oficial para cubrirlo –el siglo XXI arañaba las ventanas– era que podían sus imágenes perturbar el trabajo de los camarógrafos, así que se lo cubrió con un paño azul, casualmente el mismo color que tanto conocen los que manejan ordenadores con un determinado sistema operativo y todo se les va a diablo… Acaso otra lección.

Las sociedades no son laboratorios

La historia, que es en última instancia, la ciencia que describe y define al animal humano conoce intentos, no experimentos. La humanidad –confusa, en su mayoría inerme y desarmada– se mueve tumultuosa y contradictoriamente espoleada por la necesidad. de producir lo que necesita. Y de repartir lo producido para asegurar su supervivencia. Sólo que el reparto es desigual y cuando se habla de esta desigualdad se habla de injusticia. O de pobreza. De clases sociales, en suma.

Los Estados organizan a través de los gobiernos el poder social; es decir: ordenan las relaciones de entre las clases, levantando monumentos inmateriales que llamamos leyes y estimulando otros, que llamamos valores. Son lluvias de pensamiento a menudo coercitivo y concreto: las bayonetas. Y  no, no pensamos con el estómago, pero el estómago en definitiva determina cómo pensamos. Unos para conservar el poder, otros para asaltarlo. Todos para ejercerlo.

Nunca un grupo “a cargo” del poder lo ha repartido. No hay justicia en la medida de lo posible, porque la medida misma expresa una práctica injusta. Los cristianos lo saben, si creen en la duda de Poncio Pilatos y sus consecuencias. De otra manera también lo supieron los viejos comunistas y lo llamaron “Nomenklatura”. Del fascismo real poco queda que no haya renacido, y así lo viven, obligados, los palestinos apretujados y muchos ciudadanos de Israel.

La pregunta y la tragedia contemporáneas es pensar que son los Estados y qué es el gobierno. La mundialización económica (un largo período iniciado allá por el siglo XVI, cuando la riqueza americana se vuelva sobre Europa, incluso antes de que los Estados tal como los conocemos se hubieran constituido planetariamente) tiende a borrar el concepto de Estado en cuanto éste expresa una condición de independencia –o de interdependencia–, para permitir, paradójicamente, el resurgimiento de las peculiaridades regionales.

Ya no importa la lucha entre el Estado A y el B ni para los pobres, insurrectos, rebeldes, subversivos o revolucionarios, ni para las élites que en diversos grados aplastan la insurrección, la rebeldía, la subversión y generan doctrinas anti o contrarrevolucionarias (la guerra contra el terrorismo). Y no importa la lucha entre los Estados porque los Estados no expresan tanto el cómo se organiza una sociedad nacional o pluricultural, sino cómo se inserta esa sociedad en sus sistema de producción y distribución universal.

Los gobiernos no representan –bien o mal– a la sociedad que los elige o tolera o que se alza en su contra, son en realidad aparatos de relaciones públicas, de organización y represión –sobre todo de represión– del sistema económico mundial. Representan u obedecen a quienes dirigen el sistema. Sistema que llamamos imperio. Y, como señaló Giulietto Chesa en La guerra infinita cuando la invasiòn de Afganistán, “el imperio se declaró en guerra”. Una guerra sobre sus fronteras económicas, una guerra para “meter en caja” a la población del planeta.

En este distinto orden mundial la idea de unipolaridad (un Estado poderoso que impone sus reglas a los demás) o de multipolaridad (varios Estados que compìten entre sí generando mapas de alianzas y desconfianzas) son, en cierto sentido, obsoletas. El poder no pertenece a un Estado ni lo administra su gobierno. El poder pertenece a un reducido círculo de personas y familias empresariales cuyo retrato o caricatura más evidente es la lista de los multimillonarios que publica anualmente la revista Forbes.

Por es la categoría de ciudadano está en retirada frente a la consumidor; encuentro a mi par no en el vecino, sino en el que hace fila conmigo en la caja del súper. La ciudadanía es un concepto restringido que nada tiene que ver con nacionalidad ni política doméstica. El imperio no es un país que se extiende, son las trasnacionales que creen, devoran, dominan.

Los 15 millones de estadounidenses que perdieron su trabajo en los últimos meses resultan tan oprimidos como los siete millones de hondureños que protestan y son reprimidos en su país. Con diferencias notorias, claro está, que se van borrando en la medida que el imperio así definido se las arregla para igualar a su clientela. No todo es lineal, sin embargo, hablamos de un proceso en desarrollo, de una transición que no se ha completado y que quizá mute en otra realidad.

No obstante sí es claro que los gobernantes se convierten con celeridad en “mayordomos de palacio”, suerte de yanakonas de corbata y el jet, obedientes funcionarios de entidades que no son ni dependen del Estado que gobiernan. Hay que derrocarlos, desde luego, pero en derrocándolos no se hará más que poner los puntos sobre las íes, algo así como mirar –si se quiere mirar– qué hay tras las bambalinas del escenario, espectáculo que miramos y en el cual simultáneamente participamos sin conocer la obra.

Esta realidad –de no equivocarnos– puede arrojar luz sobre lo que ocurre en Honduras. El fracaso estrepitoso del secretario general de la OEA en Tegucigalpa, la tozudez de los golpistas, el patetismo de Zelaya, en fin, ¿que expresan? ¿Una maniobra para extraer aún otra gota sangrienta de plusvalía hondureña? ¿Una lección al señor Obama para que de una vez por todas se de cuenta de quien anda en Wáshington y el orbe? ¿Una reacción desesperada y nacionalista, retrógrada y condenada, de un grupo de oligarcas que ven amenazados sus privilegios sin entender el mundo en que viven? ¿El comienzo de un reacomodo de influencia y poderes en América Latina?

Que los árboles no tapen al bosque.

Addenda.

En la óptica que hemos (mal)reseñado resulta interesante el editorial de hoy sábado cuatro de julio de 2009 del diario caraqueño El Nacional. Helo aquí:

Ledezma y la OEA. Una rotunda acción

Que el alcalde metropolitano, Antonio Ledezma, se haya declarado en huelga de hambre en la sede venezolana de la Organización de Estados Americanos es una acción que merece el respeto no sólo de todos los ciudadanos sino de la oposición democrática en su conjunto.

Hasta ayer, el fascismo militar bolivariano estaba dominando la escena internacional con esa jugada siniestra de utilizar como peón chavista al títere de Insulza, secretario general de la OEA.

Esta gran operación de propaganda adelantada desde ciertas oficinas de la organización regional para ocultar la mano peluda del gobierno chavista en Honduras, nos hace dudar profundamente no sólo del equilibrio y la objetividad de la secretaría general de ese organismo, sino del futuro papel democrático de la OEA. Ya el hecho mismo de que levantaran el bloqueo a Cuba sin exigirle condiciones mínimas de respeto de los derechos humanos, nos advierte sobre el peligroso giro que Insulza le impuso a su gestión.

Lo más grave y deshonroso para Chile, su gobierno y el perezoso de Insulza, es que siendo un país que trata de sanar las heridas causadas por la deleznable y sangrienta dictadura del general Pinochet, ahora aparezca como cómplice de un militar que en Venezuela avanza a marcha forzada para destruir los progresos civiles y democráticos de la sociedad venezolana. Que Chile nos deje solos no nos importa porque ya caerá sobre ellos la vergüenza de esa complicidad y de ese amancebamiento con una camarilla militar.

Fue muy diferente la actitud de los venezolanos con Chile y con Allende. Aquí se luchó por la libertad de los chilenos, se les dio acogida y, además y por si fuera poco, los sucesivos presidentes de la república de Venezuela (de esa denostada pero democrática cuarta república que hoy está en el olvido) hicieron todo lo humanamente posible para que ministros, educadores, líderes obreros y militantes de izquierda chilenos salieran de la cárcel, consiguieran refugio aquí y reanudaran su lucha contra la dictadura sin imponerles ninguna restricción. Ahora Chile nos mira como si cargáramos encima la peste porcina.

La OEA y su secretario general dispone de suficientes canales de información dentro de Honduras para detectar las razones de la rebelión militar, la inconformidad de los hondureños con las medidas inconsultas e ilegales tomadas por Zelaya, y sabe muy bien la presencia de supuestos agentes cubanos con pasaporte venezolano, el envío de material electoral en un avión que partió de Maiquetía y la entrega de sucesivos maletines repletos con dólares (al estilo Antonini) para financiar la operación.

Chile calla, calla también Insulza, pero los venezolanos no callan. De manera que el gesto del alcalde Antonio Ledezma de declararse en huelga de hambre en la sede de la OEA en Caracas es un golpe directo en el estómago de la hipocresía de la Organización de Estados Americanos. Con esa huelga coloca una inmensa pregunta en la escena de la opinión pública: ¿Sólo los chavistas están protegidos por la OEA?

 

Source: SurySur

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